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Jueves 06 de noviembre 2014

¿En qué momento se jodió el Perú?

Por: Wilfredo Pérez Ruiz
¿En qué momento se jodió el Perú?
Foto: Difusión

 

Esta es la habitual pregunta formulada por muchos peruanos en nuestro legítimo afán de encontrar respuestas tendientes a entender el origen de los complejos y ancestrales males nacionales. Por cierto, tan afamada interrogante se remonta a la tercera y célebre novela de Mario Vargas Llosa “Conversación en la catedral” (1969).

Una obra ambientada en la dictadura de Manuel A. Odría (1948 – 1956) que tiene como escenario la plática entre Santiago Zavala, el memorable “Zavalita” periodista frustrado de clase con ideales de cambio, y Ambrosio, el ex chófer de su padre, en “La catedral”, un conocido bar de la avenida Tacna en el centro de Lima que, como otros lugares de nuestra ciudad, están inmersos en la amplia narrativa del Premio Nobel de Literatura 2010.

Esta publicación manifiesta la indolencia de un pueblo sometido al tradicional poder militar autoritario y arbitrario derivado en un gobierno dictatorial disfrazado en una oligarquía. Para mostrar un rico mosaico social, el autor crea una estructura con diálogos superpuestos de dispares personajes. Un volumen recomendable, entretenido y aleccionador.

Desde mi parecer, no existe un hecho histórico puntual que haya sido decisivo para precisar “en qué momento se jodió el Perú”. Concurren una serie de episodios lesivos a nuestra identidad, afirmación y autoestima desde la época colonial y, especialmente, con la llegada de la república. Podríamos enumerar variados factores ya conocidos como el caudillismo, la bonanza económica del guano y el salitre, el deslucido papel de la clase política a mediados del siglo XIX, el fracaso de la guerra con Chile, el oncenio de Augusto B. Leguía, el militarismo, etc.

También, podemos culpar a la época militar de Juan Velasco Alvarado, al fenómeno terrorista, a la hiperinflación de los años ochenta, al gobierno de Alberto Fujimori Fujimori que destrozó el frágil orden institucional y democrático, entre otros múltiples sucesos. Reitero, está en cada uno de nosotros hacer extensos análisis acerca de los eventos más importantes destinados a conocer, de forma concluyente, “en qué momento se jodió el Perú”.

Siempre me he interrogado: ¿De qué vale saber “en qué momento se jodió el Perú”? Acaso sus orígenes y explicaciones –por más acuciosas que sean- influirán en el cambio que urgimos perpetrar para salir del pozo moral que nos aflige como sociedad. No obstante, rehuimos darnos cuenta de los comportamientos que contribuyen a seguir “jodiendo” al país. A continuación algunos pocos y desordenados ejemplos: pasar una luz rojo e invadir el crucero peatonal, vulnerar los derechos de los semejantes, dar una coima para salir del apuro, evitar pagar nuestros impuestos, el vicio de convertir la impuntualidad en una cultura de vida, inventar excusas para justificar no cumplir con las responsabilidades asignadas, hacer las cosas para salir del paso, convertir la amistad en “complicidad” y la lealtad en “sumisión”, hacernos de la “vista gorda” para esquivar sentirnos obligados a denunciar algo irregular, trabajar sólo lo indispensable por acatar con el horario establecido, mentir por temor a manifestar nuestra verdad, asumir actitudes insolidarias hacia nuestro medio, arrojar basura en la calle, practicar ese famoso deporte consistente en criticar y soslayar dar soluciones, entre un sinfín de rasgos inherentes a nuestra peruanidad.

Por otra parte, en el libro “Rajes del oficio”, del periodista Pedro Salinas, encontré la pensativa respuesta de Mario Vargas Llosa a la pregunta “¿Qué te enfurece más del Perú?”: “Me enfurece sus inmensos contrastes culturales, económicos. Me enfurece el egoísmo y la ceguera de los peruanos privilegiados. Me entristece terriblemente la incultura, la desinformación, y a veces los resentimientos y rencores de los peruanos en general. Me entristece mucho la gran mediocridad de sus dirigencias políticas, la incultura general de la sociedad peruana. Y la perseverancia en el error, que es una característica nacional, en el campo político, económico y social”.

Acogiendo lo dicho por nuestro empecinado –y no siempre comprendido- demócrata y laureado escritor estoy convencido que estamos “jodidos”, en gran medida, por la ignorancia y ausencia de sapiencia de una sociedad mediocre, conformista, obsecuente y ausente de capacidad para levantar una voz valiente de protesta. Una colectividad integrada por ciudadanos que viven su día a día de espaldas a esa realidad que cuestionan y a la que eluden enfrentarse.

Requerimos sublevar el alma, el pensamiento y la conducta de nuestros compatriotas. Demandamos de reacciones imprescindibles si anhelamos concebir una comunidad de hombres y mujeres aptos para afrontar las adversidades de la vida y, en consecuencia, evitar seguir “jodiendo” nuestra patria. Usemos las neuronas, la libertad de conciencia y una visión esperanzadora para forjar nuestro porvenir. Esta reflexión me trae a la memoria las palabras del Papa Francisco I: “Quien no deja huella, no sirve para nada”.

En nuestras manos está pasar a la acción correctiva y convertir nuestras realizaciones en referente para salir de este trance que adormece y neutraliza nuestras fibras de indignación. La resignación nos lacera velozmente, sin el más mínimo remordimiento. La indolencia va de la mano de la apatía y, por lo tanto, ambas constituyen una suerte de “vitamina” consumida, en elevadas y cotidianas dosis, por una nación que sortean enfrentar tan hiriente circunstancia. A pesar del tiempo se mantiene vigente la severa sentencia del ilustre anarquista, maestro, ensayista y pensador Manuel González Prada (1844 – 1918): “El Perú es un organismo enfermo; donde se aplica el dedo, brota la pus”.

Dentro de este contexto, coincido con lo expuesto por Raúl Jurado Párraga, en su interesante texto “En que momento se jodió el Perú”, cuando dice: “…Pero no se puede vivir siempre con traumas, hay que superarlos y es ahí, donde la frase: ‘Cuando se jodió el Perú’ nos da la posibilidad de reflexionar sobre nuestro país desde nuestra individualidad y porque no desde el mismo centro de nuestra vida en sociedad. En proyección poder dejar de joder y habremos comenzado a mirar la vida de distinta manera”.

(*) Docente, consultor en organización de eventos, protocolo, imagen profesional y etiqueta social. http://wperezruiz.blogspot.com

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