La encrucijada de México

México se vio conmocionado tras la aparición de evidencia que parece confirmar que los 43 estudiantes desaparecidos a fines de septiembre fueron brutalmente asesinados. El hecho desató una ola de indignación y protestas en ese país, que incluso llegaron hasta la puerta del propio palacio presidencial. Este cuadro ha sumido al Presidente Enrique Peña Nieto en el momento más complejo de sus casi dos años de mandato.

La decisión del mandatario de no suspender su gira a Asia y Oceanía tras conocerse la noticia del asesinato ha agravado la negativa evaluación de la ciudadanía hacia la forma en que Peña Nieto ha manejado la situación. Se le cuestiona, por ejemplo, que aún no visite el estado de Guerrero, donde tuvieron lugar estos hechos. Además, la crisis instaló en el centro de la agenda la seguridad y la corrupción, pese a que estos temas no fueron inicialmente prioridad para Peña Nieto.

Según coinciden diversos análisis y voces autorizadas -tal como se aprecia en estas mismas páginas- la forma en que el presidente mexicano enfrente la actual situación marcará el éxito o el fracaso de sus próximos cuatro años de gobierno, con el riesgo de que opaque los importantes logros alcanzados hasta ahora. El desafío venidero es de enorme trascendencia para México, porque apunta a la forma en que el gobierno y la clase política abordarán la debilidad institucional, los altos niveles de corrupción y la desconfianza en la justicia.

Lo sucedido en Guerrero deja en evidencia una peligrosa connivencia entre poder político y crimen organizado, que plantea la legítima interrogante de cuán profundamente se ha enraizado este fenómeno. Por ello, el principal desafío que enfrenta el país es reforzar el estado de derecho y devolverle a la ciudadanía la confianza en sus instituciones. Los crímenes de Guerrero y la violencia ligada al narcotráfico son una muestra del riesgo que significa para los países tolerar que la violencia se expanda impunemente.