El domingo pasado, en una reunión con dirigentes sociales en El Paraiso, Villa María del Triunfo, Alan García ha puesto sobre la agenda política nacional, de acá al 2016, un elemento que seguramente será decisivo en la próxima contienda electoral: la necesidad de un Shock Social. Lo dicho por el ex presidente es de relevancia capital pues constituye la primera orientación que sugiere o presenta un líder nacional respecto a las características de la nueva administración 2016-2021. Desde otros espacios y liderazgos aún nadie había lanzado una propuesta que condense el espíritu del siguiente lustro gubernamental.
Pero, ¿por qué un shock social? En principio tendríamos que evaluar el estado de situación del país: existe una agenda social pendiente que se empezó a construir como discurso y a resolver como ejecución en el segundo gobierno de Alan García, estamos hablando de nada menos que casi 5 millones de peruanos con agua potable, que antes no la tenían y casi 4 millones con electricidad por primera vez, sumado a ello los 10 mil kilómetros de carreteras animaban a pensar que los siguientes años esa senda se iba a mantener y la modernización del país se podía convertir en un sentido común desde las élites partidarias. No fue así y Humala por mezquindad e incapacidad no sólo traicionó su hoja de ruta, sino que perdió la brújula de las necesidades ciudadanas. La agenda social y el avance del Perú vienen por ello sufriendo un congelamiento de casi 4 años. Si a ello le sumamos el trato de farándula al tema de la seguridad ciudadana vemos que nos encontramos en un lío grave.
En lo político existe, más aún tras el resultado regional del 5 de octubre, una fractura nacional agudizándose los consabidos problemas de representación y de articulación de intereses a través de organizaciones políticas nacionales. La profundización del caudillismo y corrupción regional, el desprestigio mayoritario del parlamento, entre otras cuestiones generan un cóctel que puede herir mortalmente el proceso democrático que lleva 14 años. Por último, económicamente el estancamiento es evidente, vamos a crecer este año con penurias al 3%. La inversión privada ha decaído y en la inversión pública se ha optado por el lobby como prioridad.
En ese contexto Alan García plantea el Shock Social para satisfacer las necesidades de las mayorías: seguridad, luz eléctrica, agua potable, infraestructura para conectar a los más humildes, títulos de propiedad para poder insertarlos en las dinámicas económicas y puedan obtener crédito o beneficios. Ello también es la respuesta a la crisis política: Shock Social para que los peruanos crean en la democracia y perciban que el estado no los agrede sino que se preocupa por otorgarles oportunidad y calidad de vida. Económicamente representa apostar por una adecuada y necesaria inversión pública que deriva recursos que se obtienen por el crecimiento del país que con el concurso de la inversión privada adecuadamente estimulada nos de márgenes de crecimiento de 6% o más. En resumen el Shock Social romperá el estancamiento económico, abrirá las puertas a la mejora de la calidad de vida de los que menos tienen y fortalecerá la democracia, puesto que la hará más cercana a los peruanos.
El Shock Social de Alan García en favor de las mayorías tiene el efecto e impacto político y de expectativa popular exactamente antagónico a lo que representó publicitariamente el “Shock” de Vargas Llosa con su FREDEMO en 1990 o en términos sociales y laborales lo que representó el Fujishock de don Alberto Fujimori.
Las dos últimas apariciones públicas de AGP marcan la ruta política de lo que será seguramente uno de los bloques más importantes en la lid del 2016 y lo hacen tanto en la forma: una articulación mayor, nacional y republicana, abierta a distintas expresiones ciudadanas y ahora agrega el fondo o propuesta que podría convertirse en el eje de un pacto de punto fijo: El Shock Social, un shock para las mayorías.
(*) Coordinador del Centro para la Democracia Social