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Viernes 05 de diciembre 2014

¿Sólo nos queda Urresti?

Por: María del Pilar Tello
¿Sólo nos queda Urresti?
Foto: La República


Daniel Urresti, ministro del Interior, convertido por las falencias institucionales para detener la inseguridad en un candidato potencial para el 2016

Ingresamos al fin del 2014 y dentro de poco claramente al 2015 preelectoral. Aunque pareciera que los tiempos se acortan y el país se está cansando prematuramente del gobierno. Pero no solo del régimen, cada vez más dudas arrastran a la democracia con voces destacadas declarando que no ha ayudado a desterrar la corrupción que tanto denostamos en el fujimorato. Cuando pedíamos a gritos su retorno como la panacea que cambiaría nuestro país de permisivo, autoritario y corrupto a ético, honesto e igualitario.

No sucedió. Pasaron catorce años del estrepitoso derrumbe del fujimontesinismo, con la fuga del dictador y su asesor, con la sensación de repulsa por los vladivideos y los millones amasados en un cogobierno que nos colmó la paciencia moral. Pero los gobiernos que siguieron al denostado –salvo el transicional de Valentín Paniagua- no cambiaron el escenario de las corruptelas, tampoco proyectaron la energía que merece la lucha contra la corrupción. No dieron seguridad ni confianza de que el país no seguiría siendo un botín. Incluso el joven comandante Ollanta Humala que se levantó en Locumba con un puñado de oficiales puros e idealista -como desde la presidencia los califica- aparecen descoloridos y sin brillo, sin capacidad de ofrecer un rostro distinto. En el extremo hasta se les vincula a una farsesca opereta montesinista.

¿Dónde está la credibilidad y dónde los valores morales de la democracia recuperada? La telaraña de las corruptelas que pasan de menores a mayores se está llevando la estabilidad y la confianza. La incapacidad de sancionar a los corruptos, de darnos seguridad ante la creciente crisis delincuencial y económica, los discursos demagógicos, realmente la afectan.

La inversión del orden moral y legal y el mal uso abierto del poder conspiran contra toda estabilidad especialmente aquella que la inversión necesita para sobrevivir y reproducirse. Lo estamos viendo en México otrora atractivo de capitales hoy asolado por la corrupción, la violencia y los temores. Es un espejo en el que nadie quiere verse. Cuando ya que no queden mecanismos institucionales para detener la inseguridad que enseñoreada se lleva los derechos y libertades fundamentales sólo nos quedará el general Daniel Urresti para calmarnos con maniobras epidérmicas y distractivas. Algo va mal y podría ir peor.

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