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Martes 23 de diciembre 2014

La feliz historia de un tal cual Gabriel Lisboa o Jeremías Gamboa

Por: César Fernando Sánchez Olivencia (*)
La feliz historia de un tal cual Gabriel Lisboa o Jeremías Gamboa
Foto: www.larepublica.pe

 

La polémica sobre ‘Contarlo todo’ se ha reavivado. Después de realizar un análisis cuidadoso y extenuante, este analista ha llegado a la conclusión que en realidad no es una gran novela como han pretendido posicionarla la poderosa editorial Penguin Random House y el Nobel Vargas Llosa, vinculado a la misma firma a través de Alfaguara. ‘Contarlo todo’ es más bien una buena novela con fragilidades como muchas otras, que cuenta una historia común y corriente con un final feliz. Un tema difícil con una trama fácil.

Si fuera una gran novela deberíamos compararla con la famosa obra de su padrino literario Vargas Llosa, ‘Conversación en la catedral’ y la verdad es que al amplísimo y apresurado trabajo del joven Jeremías Gamboa (Lima, 1975) le falta mucho para igualarla. La confusión es el efecto de la campaña de marketing de la Agencia de Carmen Balcells, para lanzar el lucrativo producto al mercado iberoamericano.

‘Contarlo todo’, requiere un análisis complejo. Ahora solo tratemos los problemas de la falta de fuerza dramática del narrador- protagonista o del narrador-autor o alter ego. La focalización que se refiere a quién es el que cuenta lo que se narra, es un desafío para cualquier novelista. Es el punto de vista del narrador para que el lector perciba su narración. También se le conoce como punto de vista o perspectiva de la narración. Gamboa no lo resolvió con éxito. La personalidad del autor fue absorbida por el protagonista.

El protagonista es el joven peruano de origen humilde Gabriel Lisboa (Alter ego de Gamboa). La historia con influencia autobiográfica se inicia cuando su tío Emilio lo recomienda para trabajar en la revista Caretas (“Proceso”). La acción transcurre en Lima de los años noventa. El hilo dramático desarrolla los estudios en la universidad, el aprendizaje del periodismo, las lecturas de los grandes escritores, los amigos, los amores, las decepciones y el descubrimiento de su vocación de escritor.

La simpleza de la trama casi lineal -que no es un pecado capital- produce una sensación de artificio. El escritor no llega a convencer con su historia al lector agudo. Cada acción se concatena en momentos oportunos y calculados, para arreglar la vida de Gabriel y la novela llegue a su final feliz al estilo de una telenovela dramática. A este crítico le queda una sensación de que falta algo de conflicto auténtico, de acción real, de personajes con perfil propio, de diálogo con fuerza dramática y de descripción significativa del ambiente.

Después de un inicio artificioso y una fatigosa letanía familiar, la novela desarrolla su argumento de la carrera de Gabriel hacia la superación, sin desarrollar las contradicciones sociales que esta lucha implica, presentando al protagonista con sus éxitos y fracasos sin percibirse la fuerza dramática que imprima una huella profunda en su persona tal como sucede en la vida real. A excepción de algunas secuencias, cada conflicto tiene su perfecta solución como si fuera una historieta para adolescentes.

Este crítico considera que el hilo dramático podía haber envuelto al protagonista en las acciones más fuertes, que hicieran correr la historia de un joven pobre que lucha por alcanzar un mejor nivel de vida en una sociedad aún clasista, racista y consumista, que no reconoce los valores humanos, menos la loca aventura de la literatura, sin una agencia de marketing. Un verdadero suicidio social, que la mayoría de padres de familia de clase alta no quisiera para sus hijas engreídas como Fernanda, la pareja de Gabriel.

La novela pierde realismo a pesar de ser autobiográfica. El protagonista (vale decir el autor) no es consciente de la situación político- social de la época y el tal Gabriel aparece como un ser neutro o con síndrome de Asperguer, que no reacciona ni para bien ni para mal frente a la realidad de los excesos del gobierno de Fujimori. Sorprende porque Gabriel dice que es periodista político en la revista Caretas. Desaprovechar la fuerza dramática de un monologo interior que transmita al lector el conflicto del protagonista, es imperdonable en una “grandiosa novela”.

A través de las fatigosas 512 páginas de la novela no se puede advertir con precisión el carácter, personalidad y temperamento del protagonista. Tampoco sus complejos, frustraciones y pasiones. El narrador en la novela es el protagonista que desarrolla su relato desde su juventud a través de un lenguaje parecido a un discurso protocolar que corresponde más bien a una de persona madura de clase media, que vive en la zona urbana. Por eso el lector le atribuye el discurso al autor como narrador en primera persona, o lo que es lo mismo, el protagonista y el narrador son la misma persona.

La editorial necesitaba que Jeremías Gamboa se consagrara con un premio en España. Por eso, la polémica sobre esta curiosa novela se ha reavivado por haber ganado -con el mismo libro- el premio literario español Tigre Juan. Según el jurado la obra es "la búsqueda incesante de una vocación como medida para encontrar una identidad propia. Una novela de formación y aprendizaje con excelente ritmo narrativo. Una verdad muy vivida". Este crítico piensa que Gamboa debe seguir buscando con la lámpara de Diógenes.

(*) Miembro de la Sociedad Literaria Amantes del País y de la Red Mundial de Escritores en Español.

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