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Domingo 01 de marzo 2015

[Uruguay] Un nuevo tiempo

"Siempre que asume un nuevo gobierno alumbra un nuevo tiempo en la Historia del país. El que Tabaré Vázquez abre hoy, lleno de expectativas y esperanzas, no es la excepción, aunque sí sus particularidades y desafíos", señala el diario uruguayo El País en su editorial publicado este 1 de marzo de 2015.
[Uruguay] Un nuevo tiempo
Foto: www.lavoz.com.ar

 

Siempre que asume un nuevo gobierno alumbra un nuevo tiempo en la Historia del país. El que Tabaré Vázquez abre hoy, lleno de expectativas y esperanzas, no es la excepción, aunque sí sus particularidades y desafíos.

Lo primero es que hacía más de setenta años que un partido político no alcanzaba mayorías en ambas cámaras por tercera vez consecutiva como ocurrió en octubre de 2014, y lo hizo con un presidente que hoy, además, es el que más votos recibió en toda la historia. La segunda es que los apoyos electorales del Frente Amplio se sustentan en tres figuras de larga trayectoria que están cerca de los ochenta años de edad: Vázquez, Mujica y Astori. La tercera es que todos los pronósticos señalan que por delante se avecina un tiempo menos próspero internacionalmente que el que marcó esta década de gobiernos de izquierda.

Hay desafíos importantes para esta segunda administración Vázquez que están marcados por esas particularidades. El primero, saber conducir el país desde su legitimidad mayoritaria sin avasallar a la oposición, que no quedó en una posición marginal sino que, por el contrario, representa prácticamente a la otra mitad del país. El segundo, propiciar una renovación de dirigentes en la izquierda capaces de abrirse a nuevos liderazgos que crean sinceramente en el rumbo democrático del país. El tercero, asegurar el crecimiento económico y el mayor bienestar colectivo con políticas que no van a tener ni la holgura presupuestal ni las facilidades que hubo en todos estos años tan excepcionales.

El país no puede seguir demorando reformas sustanciales si quiere alcanzar una prosperidad duradera. Las mejoras en la educación de las nuevas generaciones, y sobre todo de las clases populares, quedaron como un déficit tremendo de la herencia de la administración Mujica. Si efectivamente queremos alcanzar un país de primera, es impostergable enfrentar los problemas gravísimos que tenemos, antes que nada, en educación primaria y secundaria. La nueva administración deberá ser firme para oponerse a intereses particulares sindicales y corporativos que impiden todo avance. Precisará alcanzar consensos con los partidos de oposición para asegurar, juntos, una legitimidad ciudadana que permita la implementación de reformas de largo plazo.

Tampoco se pueden seguir demorando inversiones en infraestructura que son fundamentales para el país productivo. Sin ferrocarril, con rutas en mal estado y con los combustibles más caros y las comunicaciones menos eficientes de la región, perdemos competitividad. El nuevo tiempo de gobierno deberá establecer un vínculo con las inversiones privadas muy distinto al que pregonó, por años, el discurso frenteamplista. Aquí también el consenso con los partidos de oposición será necesario para darse una legitimidad política que asegure un rumbo cierto y de largo plazo para el desarrollo nacional.

Los problemas en seguridad se han agravado en estos años de administración Mujica. Los uruguayos conviven con el miedo cotidiano, y en particular hay barrios populares de la capital con índices de inseguridad muy graves. Vázquez ganó admitiendo que hay que hacer mejoras, pero también convencido de que el balance de estos años de gestión del Ministerio del Interior fue positivo. Por delante, la expectativa ciudadana es muy grande: se precisan medidas contundentes que mejoren la seguridad pública, porque enfrentamos una fractura social que está impidiendo una convivencia colectiva acorde a lo que ha sido el signo de integración característico de nuestra identidad nacional.

Se abre entonces un nuevo tiempo político, y esa es la mayor esperanza del país. Un futuro de prosperidad colectivo precisa, antes que nada, del compromiso democrático de todos los actores. Entre nosotros debe ganar peso la convicción de que las diferencias partidarias son legítimas y que nadie es dueño de la verdad. En democracia no hay actores que siempre tienen razón solo por ser integrantes del gobierno. No debe haber mayorías circunstanciales que se impongan incluso a costa de contradecir la separación de poderes y el orden republicano.

El diálogo, la negociación y los acuerdos entre quienes piensan distinto forman parte del credo democrático. Eso es algo que el Frente Amplio, infelizmente preso de sus tentaciones populistas, debe terminar de asumir cabalmente. Si el país es políticamente capaz de liderar reformas con convicción, sentido de pedagogía ciudadana y capacidad de entendimiento, tiene por delante un futuro venturoso.

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