[Uruguay] La democracia está de fiesta

La fecha de hoy será recordada por varias razones.

En primer lugar, porque hoy se inicia el tercer gobierno del Frente Amplio, una coalición de partidos y grupos de izquierda de diversos orígenes, que surgió como alternativa al bipartidismo tradicional y que, al cabo de 44 años de participación política, no solo rompió la hegemonía de blancos y colorados sino que se convirtió en la fuerza política más votada, relegando a los partidos tradicionales que, sumados, no lograron superar en votos a la izquierda desde las elecciones de 2004.

Puede decirse que desde 1999, en el Uruguay se instaló un nuevo bipartidismo: blancos y colorados como representantes de las clases acomodadas con un proyecto conservador, por un lado y, por el otro, el proyecto progresista encarnado en el Frente Amplio. No es habitual que en un sistema bipartidista un partido retenga la adhesión ciudadana por tres periodos consecutivos, pues, por regla general, en los regímenes democráticos se produce una alternancia de los partidos en el gobierno.

En segundo lugar, tampoco ocurre frecuentemente que un ciudadano vuelva a ser electo luego de un primer gobierno y de un lapso de cinco años sin actividad político-partidaria. Este hecho habla a las claras de las condiciones naturales de Tabaré Vázquez para convertirse en un líder que, a la vez, exhibe una imagen de ejecutividad y una capacidad de mando que seducen al ciudadano medio.

En los diez años de gobiernos de izquierda, el FA demostró —contra los pronósticos de la derecha— que era apto para gobernar y que no solo era capaz de administrar la cosa pública sino que, además, estaba capacitado para llevar adelante su programa de cambios que transformaron al país. La izquierda uruguaya demostró que era posible crecer y, a la vez, distribuir con mayor equidad; que era posible disminuir la pobreza y casi eliminar la indigencia; que era posible incrementar el salario real sin que ello implicara ahuyentar a los inversores.

En este tercer gobierno del Frente Amplio (y segundo de Tabaré Vázquez) la oposición tendrá participación en la conducción de la casi totalidad de los organismos del Estado, como la tuvo bajo el gobierno de Mujica. Es este un hecho auspicioso que permite mirar el futuro con esperanza.