Tiempos de cambio y rapidez

Ha de ser muy difícil para profesores y padres de familia acompañar el vértigo de la velocidad con que viven hoy niños y adolescentes. Todo pasa muy rápido. Para los unos esto puede ser aturdidor mientras que para los otros será normal.

Es fácil observar cómo los conocimientos, la tecnología o el entretenimiento están signados por la fugacidad, la perentoriedad, la evanescencia. Lo que ayer nomás era novedad, hoy día puede ser un cachivache.

Evaluando mis libros he encontrado El Nuevo Tesoro de la Juventud (1969) que guardo amorosamente; poco de lo que allí “se enseñaba” tiene actualidad. Por eso los libros escolares pronto son obsoletos.

Cuánto ha avanzado la medicina, por ejemplo. Cuánto de nuevo se sabe de nuestra naturaleza con los descubrimientos acerca del genoma humano. Cuánto se puede hacer con la ingeniería genética no obstante sus riesgos y el desafío ético que implica el uso de las células madre.

Los muchachos especialmente están al día en las nuevas generaciones de smartphones con sus aplicaciones. No dejan de renovarse tampoco los televisores y las laptop. Y cuanto equipo electrónico vaya por el mundo, a los cuales alcanza el “internet de las cosas”.

Por eso también la rapidez con que surgen y desaparecen los referentes de hogaño. En el cine o en la música pasan centenares de figuritas de vida corta; los jóvenes no alcanzan a admirarlos lo suficiente cuando ya han sido sustituidos. Permanecer en la valoración de las gentes es mucho más difícil hoy que en otros tiempos, de lealtades duraderas. Sólo lo logran, hasta en el futbol, los verdaderamente grandes. Tal vez por ello sea tan difícil la renovación política.