Es mío y le pertenezco

Mirando el mundo de estos tiempos, que genera admiración con sus cambios indetenibles pero también preocupa, nos deteníamos en las amenazas que sufre la lealtad –debilitada por la fugacidad- y reparamos en otro signo de estos tiempos: la pertenencia. Hoy “pertenecemos” a muchas entidades a la vez.

Quizás no nos hemos dado cuenta que somos parte de varios grupos y que tenemos “camisetas” distintas a cada rato, incluso en el seno familiar. Se trata de una pertenencia INSTITUCIONAL que comienza precisamente con la familia. Luego se diversifica hacia el entorno inmediato (el barrio) y se amplía en los espacios de formación y socialización (escuela / universidad / instituto) para afirmarse en el centro laboral y en los gremios, hoy con membresías internacionales. Pero también hay asociaciones a las que se suele pertenecer, incluyendo las religiosas y las políticas. En estos tiempos la pertenencia deportiva es impresionante; ergo, no es extraño ver por la calle a personas de toda edad –hombres o mujeres- con camisetas del Barcelona, el Real Madrid, el Paris Saint Germain o la Juventus, clubes a los que adhieren tan anónima como apasionadamente. Y las redes sociales convocan adhesiones del mundo entero, en un maravilloso crisol étnico y cultural.

Es que el “sentido de pertenencia” -que es el sentirse parte de un grupo, una institución o una sociedad a los que pertenecemos y nos pertenece al mismo tiempo- nos ha ido proporcionando vinculaciones diversas, amplias, plurales que, por encima de su extensión o duración, nos generan sentimientos de identidad, compromiso, satisfacción y responsabilidad.
Si la fugacidad de las cosas es hoy una amenaza, en el sentido de pertenencia puede encontrarse el equilibrio.