Grover Pango, autor de estas líneas
El primer ministro Pedro Cateriano se presentó este lunes en el Congreso para obtener el voto de confianza. Algunos analistas consideran que, por alcanzar tal objetivo, el mensaje de Cateriano buscó eludir que se produjera un choque entre Ejecutivo y Legislativo.
Puede ser verdad, pero Cateriano es un hombre que sabe de leyes y procedimientos. En su discurso dijo exponer las metas y proyectos para los siguientes quince meses y –en más de una ocasión- deslizó la necesidad de solicitar a la representación nacional las facultades legislativas necesarias para llevar a cabo dichas acciones. Con una ambigüedad calculada no dijo que lo estaba haciendo en ese instante.
Quienes se encargaron de darle valor de solicitud formal a lo que era sólo un anuncio fue el sector más belicoso de la bancada oficialista. Y con ello se desencadenó un debate que pudo traer abajo la supuesta voluntad del Premier. En la oposición hay gente que no se deja sorprender así no más; la andanada de estudiadas triquiñuelas que buscaban pasar gato por liebre no prosperó.
Lo que no se logra saber es si el ministro Cateriano sabía de los planes que el sector más termocéfalo del oficialismo había preparado. Cateriano sabe muy bien la utilidad de la delegación de facultades: apurar el paso. Por eso se suele solicitar a principios de su mandato y no cuando éste termina.
La otra posibilidad es que el ministro ignorara que su bancada iba a pretender un tráfico inesperado, amenazando sus recientes esfuerzos de concertador converso. Si así fuera, tendrían razón quienes piensan que la verdadera oposición de este gabinete no está en el Congreso, sino en la Casa de Pizarro.