Cómo se aprende a vivir

Era imposible no darse cuenta de su presencia. Casi siempre encaramado sobre un banco, de pie, voceando sus productos en una de las tantas calles del laberinto de Mesa Redonda, en el centro de Lima. No tiene más de doce años, algo gordito, con esos pantalones grandotes de moda y un estrafalario corte de pelo con ondas y surcos. No se sabe si obedece u ordena a su acompañante, un joven ya mayor tan extravagante como él. Este niño y su socio venden a precio insólito una veintena de netbooks de marca conocida y de procedencia bastante sospechosa. Podrían haber salido de algún depósito ministerial.

Es día y hora de clases pero este niño no está en la escuela, aunque no es el único. Por el entusiasmo con que actúa es evidente que está feliz donde se encuentra.

En pocos días más habrá de realizarse el CADE por la Educación 2015 cuya finalidad es discutir y buscar propuestas para un mayor acercamiento entre la educación y el trabajo. Se ha subrayado que de cada 10 jóvenes sólo tres cuentan con educación superior o técnica. Habiendo una población tan alta con solo educación básica, es de suponer que hay algo que hacer también en este nivel.

Resurge el viejo debate de lo que se llamaba el perfil del estudiante secundario peruano. Ojalá fuera posible que todos nuestros adolescentes puedan seguir estudios post secundarios. La realidad dice que eso es improbable. Habrá entonces que volver a pensar cómo diversificar la secundaria. Algo falta como para que el niño que vende netbooks en Mesa Redonda pueda sentir que la escuela le hace verdadera falta para vivir mejor.