Entiendo, luego existo

Una reciente entrevista al notable psicoanalista y pensador Max Hernández estimula diversas reflexiones en torno a nosotros  -los peruanos- con sus tendencias, rasgos frecuentes y tareas futuras. Las ideas parecieran apuntar a los ámbitos políticos, pero sus raíces son más profundas. Y Hernández lo entiende mejor que nadie.

Desfilan por el diálogo, teniendo como telón de fondo la confrontación izquierda / derecha, algo más que una contienda ideológica. Las opciones transformadoras provenientes de la izquierda han enarbolado nobles causas que la derecha no ha sabido inscribir en su propia agenda, poniéndoles su sello, y con eso –creo yo- nos han privado de hacerse reconocer como una presencia legítima, circunstancia que sí ha ocurrido en muchos otros países de América Latina (ni se diga el mundo). La consecuencia es un simplismo (buenos / malos) que, lejos de enriquecer el pensamiento social, lo han reducido a un maniqueísmo infecundo. Estas frases del entrevistado son lecciones formidables: “No hay progreso sin escombros” o “No hay cambio que no tenga sus perdedores”.

Estimo que por una resonancia de estos hechos sociales, en la educación peruana se fue sedimentando una incapacidad docente para “enseñar a pensar” que es, esencialmente, entender los fenómenos científicos y sociales. Pero es –además- tener la capacidad de comprender que existen varias formas de mirar las cosas y, en consecuencia, generar opiniones que no siempre coinciden con las nuestras.

Las diferencias ideológicas existen, aun cuando los principios que las originaron hace casi un siglo hoy no sean los mismos. Entre otros, la generación y la distribución de la riqueza, la formación del capital humano y los riesgosos desafíos del desarrollo marcan una agenda común, siempre tensa pero más conversable.