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Miércoles 12 de agosto 2015

El helicóptero de la muerte

Por: Walter Navarro Murgueitio (*)
El helicóptero de la muerte
Foto: Difusión


El jefe del Gabinete Ministerial Pedro Cateriano afirmó que los pilotos del helicóptero que lo transportó a Tumbes cumplieron con el protocolo de seguridad establecido y que el fallecimiento de Dioselinda Zapata Feijoó fue producto de un accidente. Advirtió que detrás de las detenciones se oculta una “motivación política que busca perjudicar su imagen y la del Gobierno”. Según el fiscal Muñoz la tripulación tendría responsabilidad en el hecho, pues realizaron el aterrizaje en un lugar que no contaba con un cordón de seguridad, el Ministerio Público los acusó de presunto homicidio culposo.

El presidente Ollanta Humala desestimó que los miembros del Ejército tengan responsabilidad en el fallecimiento de la estudiante de Derecho, golpeada en la cabeza por una de las hélices de la nave. "Ellos qué responsabilidad pueden tener frente a una persona que, de manera rauda y temeraria, vulnera el cerco de seguridad y produce el lamentable hecho. Creo que hay una tendencia de romper la pita por el lado más débil”, señaló el primer mandatario.

Este caso lamentable muestra que en este país la vida no vale nada y que nadie se responsabiliza por tan luctuoso suceso. Comenzando por el premier que debió reconocer que no se respetaron los protocolos y debió ordenar investigar si hubo desidia o incapacidad de medir riesgos. Si esto hubiera funcionado este accidente no hubiera ocurrido. ¿Cuántas vidas más necesitarán para confirmar estos protocolos? El fiscal debió investigar en la seguridad si los protocolos existen y sobre todo si se cumplieron. Finalmente el presidente, en actitud execrable, culpa a la fallecida que estaba buscando justicia para su hermano.

Este terrible suceso muestra a un gobierno sin programas e improvisado, indolente y sin ningún norte, torpe y sin seguridad. Producto de una falta de liderazgo y con aires de ese desdén natural por la población que caracteriza a Humala y que la señora Heredia lo secunda bien con obvios arrebatos autoritarios.

Ojala que Dioselinda, que partió en un largo viaje del cual no tendrá retorno, no sea una más que acreciente el número de muertos sin motivo en este gobierno. Y que su partida motive una gran reflexión para autoridades y ciudadanos a los que no debe avasallar. Hay responsabilidad y hay que encontrarla. “Pido justicia señor Ollanta Humala” dice la madre y quizás estas también sean las frases entrecortadas y simbólicas que guardan ahogadas, como un nudo en la garganta, las personas que demandan justicia. El derecho a una vida digna es un mínimo ético que pide nuestra sociedad.

(*) Médico cirujano plástico, Magíster en Gobernabilidad

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