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Miércoles 16 de septiembre 2015

Tal vez, quizás, quién sabe

Por: Grover Pango
Tal vez, quizás, quién sabe
Foto: Difusión

 

Ahora que se sanciona y amenaza a la periodista Milagros Leyva por recurrir a mecanismos en apariencia vedados para obtener información (¡la primicia, señores!), se constata que los parámetros investigatorios son borrosos. Ergo: las cosas son buenas (o malas) dependiendo de quién y cómo se requieran. Es decir, como todo depende del cristal con que se mire, vale buscar el cristal que convenga.

El famoso caso Watergate que forzó la dimisión del presidente USA Richard Nixon en 1974 por espiar a sus adversarios políticos, fue en gran medida el resultado de la “intromisión” de los periodistas Woodward y Bernstein, que contaron con el respaldo de su casa periodística, Washington Post, y con las confesiones de un “colaborador” protegido por el apelativo de “Garganta profunda”. Leyva ha estado buscando su equivalente, con éxito parcial y tal vez ya suficiente; pero no cuenta con el Washington Post.

En el ámbito nacional, el derrumbamiento del fujimorismo siguió a la aparición de videograbaciones que se convirtieron en pruebas de la repugnante corrupción encabezada por Vladimiro Montesinos. Se comentaba mucho pero no se probaba casi nada. Hasta que alguien vendió esas pruebas.

No tengo la más mínima duda de que muchísimas noticias –documentos o comprobaciones de algo indigno- son el producto de una transacción monetaria. Los informantes se compran y, dependiendo del resultado del suceso, tan pronto puedan ser unos héroes o tal vez unos gusanos. Escandalizarse por ello es un ardid o una hipocresía. Sancionarla es admitir que la verdad no les conviene. Los aterra.

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