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Viernes 20 de noviembre 2015

La venganza personal como política

Por: María del Pilar Tello
La venganza personal como política
Foto: Difusión


Lo que está sucediendo con Marisol Espinoza pinta un estilo deleznable de hacer política


HOJA DE
  TIEMPO

Lo que está sucediendo con Marisol Espinoza pinta un estilo deleznable de hacer política. Tratar al adversario como enemigo y buscar su liquidación como personaje cerrándole todas sus posibilidades. Espinoza fue elegida en la plancha presidencial de Ollanta Humala por Gana Perú y por ello ostenta una legitimidad indiscutible de origen, al igual que Omar Chehade. Ambos recibieron los mismos votos que a Humala lo hicieron mandatario. Chehade ha sido escudero de Espinoza ante los sucesivos agravios y desaires inferidos durante cuatro años con la clara voluntad de limitar su notoriedad y los cargos a los que pudo acceder. Fuera por envidia o por competencia malsana, los vacíos que dejó Espinoza, de lo que pudo ser y no fue, despejaron el camino a Nadine Heredia para que tanto en el partido de gobierno como irregularmente en el gobierno mismo asumiera la conducción. Marisol pagó el costo del poder que no ejerció y el país paga las consecuencias de que lo ejerza la mujer del presidente, sin votos de por medio.

Tarde, pero no demasiado, renunció al partido que la ascendió y que la maltrató. Ahora en acto inadmisible pretenden desconocer dicha renuncia para impedirle que postule por otro partido. Sería risible si no fuera indignante. Absurdamente el personero legal, Marco Barboza, del Partido Nacionalista, la ha demandado con el fin de inhabilitarla para participar en las elecciones de abril 2016 para lo cual exige la exhibición de originales que bien sabe fueron prepotentemente destruidos. Felizmente el Jurado Nacional de Elecciones ya ha reconocido dicha renuncia mediante certificado del jefe del Registros de Organizaciones Políticas. Espinoza ya no milita en el nacionalismo desde el 8 de setiembre. Y no hay más que decir. Es público y notorio que ha mantenido su decisión de alejarse de una organización cuya dirigente máxima le miente al país durante cuatro meses y sin rubores rectifica la mentira. Finalmente, si el notable personaje de apellido Barboza es o no representante del Partido Nacionalista queda para la anécdota de un partido que, dirigido por una dupla con exigua legitimidad, exhibe poca responsabilidad y nada de sentido común. Y lo hace dentro de una amalgama de inmadurez y sentimientos primarios sin lugar dentro de la ética política.

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