La envidia es un sentimiento desacreditado pues se entiende como un rencor contra alguien que posee algo que no se tiene. Pero si no se desea dañar a quien “merece envidia”, no sería tan malo. Hasta podría ser positivo si es un “deseo de hacer o tener lo mismo que hace o tiene otro”. Así lo define el DRAE.
Digo esto porque envidio sanamente a Finlandia. Seguramente son sus resultados educativos los que más nos impactan, pero basta con los enfoques con que abordan el tema de la educación. Aún si no fueran los mejores del mundo –y no siempre lo serán- su sola forma de entender la educación es ya todo un mérito.
Son varios los pilares de la calidad educativa finesa; uno es la selección y calidad de los docentes. De los 3,000 aspirantes a la universidad de Helsinki, suelen aprobar 300 y luego de las entrevistas ingresan unos 120. Ser profesor en Finlandia está reservado prácticamente para los mejores, tanto por la exigencia académica como porque luego deben asumir a plenitud la responsabilidad de sus resultados. Esa rigurosa formación genera la confianza en el desempeño profesional del docente y justifica sus adecuadas remuneraciones. El Estado confía en la capacidad de los profesores porque son los expertos en educación y por lo tanto pueden planificar, implementar y evaluar sin necesidad de recurrir a sistemas de inspectores nacionales.
Como dice Jari Lavonen de la Universidad de Helsinki acerca de la formación académica y ética de los profesores: esto es imprescindible porque un maestro trabaja con seres humanos. Y el ser humano es lo que la educación hace de él.