Hoy debe divulgarse la tercera encuesta nacional de inicios del 2016, Ipsos Perú, que – estoy seguro – confirmará casi el mismo cuadro brindado por las de CPI y Datum la semana precedente: el liderazgo de Keiko Fujimori en la intención del voto presidencial, la disputa del segundo puesto entre Pedro Pablo Kuzcynski y César Acuña, el estancamiento de Alan García en el cuarto lugar y la rápida emergencia de Julio Guzmán, ya dueño de la quinta ubicación por encima de un delicuescente Alejandro Toledo.
Tal es una realidad más o menos comprobable en el sentimiento de la calle y se explica en cada caso. Veamos.
Keiko ha hecho un trabajo de años recorriendo el Perú cada fin de semana, reactivando la marca “Fujimori” en aquellos lugares donde su padre hizo obras u otorgó beneficios. Ha hecho imperar además la asociación de la misma con el “orden” y la “seguridad” en medio de un gobierno como el de Ollanta Humala que ha fracasado rotundamente enfrentando a la delincuencia común y la organizada.
PPK igualmente cosecha una paciente tarea de discretos desplazamientos por las provincias, aunada a una presencia mediática semanal a través de la estación radial de mayor cobertura en el país. Fortaleció su imagen de tecnócrata experimentado capaz de regir con mano firme los destinos de nuestra economía. Le sacó filo a su tercer puesto en las elecciones del 2011.
Acuña es el primer líder regional que aparece en las grandes ligas de unas elecciones generales. Su historia es conocida: hizo morder el polvo de la derrota al Apra en su bastión más emblemático y tierra de su fundador, vendió la imagen del hombre surgido desde la pobreza pero no sólo con éxito académico (tipo Toledo) sino económico, a través de una empresa educativa. Pese a la oscuridad de sus manejos financieros denunciados por diversos medios de comunicación y recibir de su exesposa acusaciones de maltrato, ahí está. Como para análisis de sociólogos y de psiquiatras.
Alan es ya una figura recursiva en los primeros cinco puestos de las encuestas de comicios presidenciales hace 15 años. Pese a que los sondeos de la era fujimorista lo echaban al 2 por ciento de respaldo popular, bastó que pusiera un pie en el aeropuerto Jorge Chávez en enero de 2001 para que subiera a 12 por ciento (aunque la mayoría de encuestadoras pretendían congelarlo en un dígito). Pese a liderar la oposición al humalismo, fue mal aconsejado de meter debajo de la alfombra las imputaciones de narcoindulto y no midió el efecto inmediato de la explotación noticiosa del caso Oropeza. Es corredor de fondo. Yerran quienes lo matan prematuramente.
Y Guzmán constituye el “triunfo de la voluntad”, parafraseando la película dedicada por la cineasta alemana Leni Riefenstahl a Adolfo Hitler por la inquebrantable vocación de alcanzar el poder. Su figura novedosa y juvenil ilusiona a quienes buscan refrescar el ‘establishment’ político nativo. Falta ver de dónde rasca más adhesiones.
No hay por qué angustiarse ni frotarse las manos. Es la realidad de enero.