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Jueves 18 de febrero 2016

El Museo de Sitio de Pachacamac una obra concluida... un logro compartido

Por: Cecilia Bákula
El Museo de Sitio de Pachacamac una obra concluida... un logro compartido
Foto: CB

 

El lunes 15 de febrero, asistimos con alegría a la inauguración del Museo de Sitio de Pachacamac.  Se trataba de una deuda con ese espacio extraordinario de nuestra historia milenaria, en el que los estudios fueron demostrando la importancia del lugar, su valor y significado como santuario, centro ceremonial, testigo de diversas ocupaciones y momentos de la historia precolombina; allí se implementaron formas arquitectónicas novedosas, dejando huella la presencia de los estilos Lima, Wari, Ichma e Inca.

Ya en la década de 1896, le correspondió a Max Uhle, quien debió quedar altamente sorprendido por lo que alcanzaban a avistar y descubrir sus ojos expertos, brindar especial atención a lo que ahora conocemos como el “templo pintado”, vendrá luego la presencia de Julio C. Tello que dedica su energía a excavar y tratar de entender lo que denominó el “Templo del sol”.  Desde  1965, estudiosos de la talla de Arturo Jiménez Borja y María Rostworowski aportaron presencia, investigación, interpretación y voluntades.

No obstante la importancia de ese santuario en asociación con el gran Camino Inca o Qapaq Ñan, el país seguía sin prestarle gran atención a lo que significaba ese espacio, tan cerca de Lima, tan asociado a los mitos y leyendas fundacionales, a la presencia de las huestes españolas y al poder nunca puesto en duda del dios Pachacamac, dueño y hacedor de la tierra y al hecho de que los estudios habían arrojado fechas de importante antigüedad al señalar que desde el 200 d.C. ese lugar tuvo una importancia religiosa, simbólica y política de la mayor importancia.

En el santuario de Pachacamac, las investigaciones nos han permitido entender estructuras constructivas, manejo de suelos, formas piramidales, así como piezas que muestran un exquisito nivel técnico y estético en orfebrería, textilería, alfarería, de las que muchas de ellas se exhiben de manera impecable en el recién inaugurado Museo de Sitio, destacando entre todos los objetos, quizá como el más significativo, el denominado “Ídolo de Pachacamac”, una pieza de madera íntegramente tallada de más de 2.30 mts de alto que mediante una extraordinaria destreza para el trabajo en relieve, nos permite apreciar la severa representación de la divinidad, temida, adorada como soberano del día y de la noche en toda la costa, capaz de hacer temblar la tierra, motivar destrucción o generar tiempos de gran bonanza y paz.

Mis comentarios quieren, en esta oportunidad, reconocer y destacar labores y acciones que con algo de olvido o innecesaria mezquindad, no fueron tenidas en cuenta el día de la referida inauguración y es bueno recordar aquella expresión sabia que dice “al César lo que es del César….” proponiendo justicia en lo que a cada persona, estamento, gobierno corresponde dar, recibir y reconocer.

Es cierto que la obra es arquitectónicamente hermosa, pues además de audaz, guarda relación de unidad y respeto con el entorno natural y la belleza de formas del santuario.  Pero no se recuerda ya que ese proyecto arquitectónico, fue obra realizada durante el gobierno del Presidente Alan García y que correspondió al entonces INC realizar la convocatoria, conducir el concurso de proyectos y definir la propuesta ganadora, proponer la realización del expediente técnico y dar inicio al largo proceso administrativo que significó, entre otras cosas, generar las condiciones de investigación museográfica, ubicar espacios para trasladar adecuadamente todo lo que contenía el antiguo Museo y permitir que el espacio que hoy nos sorprende por su belleza, dimensiones y puesta en escena, pudiera ser una realidad.

No deja de sorprender tampoco, que se pudiera haber indicado que el gobierno anterior no destacó por su compromiso con la cultura, olvidando que creó el actual Ministerio, dejándole encaminados otros proyectos que aún no han sido concluidos como algunos detalles en el Museo Nacional de Chavín, el Museo de Paracas, el Museo de Ica y que aportó al país el ahora famoso Gran Teatro Nacional, entre otras obras, incluyendo importantísimas declaraciones de bienes de patrimonio inmaterial, el reconocimiento de la Ciudad Sagrada de Caral como Patrimonio Cultural de la Humanidad y el hecho singular y destacado de haber liderado la elaboración del complejo  expediente multinacional, que condujo, en 2014, a la Declaración del Qapaq Ñan como Patrimonio Cultural de la Humanidad, inscribiéndose por primera vez en UNESCO, un bien cuyo territorio es compartido por seis países, alcanzándose así compromisos binacionales de la mayor relevancia.

El patrimonio cultural es de todos los peruanos y la obligación de protegerlo, custodiarlo, difundirlo y exhibirlo lo es no sólo del gobierno de turno, sino de todas las autoridades y de todos los ciudadanos.

En asuntos de cultura, la generosidad en las expresiones, la grandeza en las gratitudes y la verdad expresada con humildad, se convierten en las mejores herramientas para que quien tiene el privilegio de inaugurar un espacio como el nuevo Museo de Sitio de Pachacamac, comprenda que no es la obra de una persona; que ni siquiera es la acción de un solo gobierno…  Ya deberíamos comprender y la historia de Pachacamac nos lo demuestra, que nuestra historia es de largos períodos y que los procesos superan la vida de las individualidades, de algunas generaciones y sin duda, va más allá de lo que dura un gobierno.  Nuestra historia se escribe en dimensión de grandeza, de eternidad y desde siempre ha sido la acción un pueblo que camina hacia la búsqueda, descubrimiento y apropiación colectiva de su grandeza cultural y de sus raíces milenarias.  Ello, sigue siendo válido hoy y quizá es una  urgencia social y colectiva promoverlo;  por ello el nuevo Museo será un hito en ese transitar por el devenir de nuestra vida social antigua y presente y sólo se logrará si se actúa con  grandeza de corazón y no con expresiones pequeñas, innecesariamente pequeñas porque  no se puede tapar el sol con un dedo y menos en un espacio sagrado, inmenso y milenario como Pachacamac.  Será por ello que esa divinidad quiso hacer sentir su fuerza, antecediendo un pequeño temblor a la ceremonia misma de apertura?.

Y como es necesario repetirnos constantemente el sentido de la frase “al César lo que es del César…” y comprender su significado profundo, y por haber tenido el privilegio de haber sido testigo de excepción del trabajo hecho en estos años, por la tenacidad, firmeza y compromiso y su entrañable deseo de que ese Museo fuera una realidad, no puedo dejar de mencionar la labor de Denise Pozzi-Escot; mujer de palabra, profesional de altísima calidad, de fuerza indomable, de voluntad de hierro que junto a su equipo técnico y humano, sacaron esta obra adelante, aún a riesgo de que su tenacidad pudiera resultar incómoda, cuando la obra quedó un tanto en el letargo y con riesgo de no llegar a culminarse.

Gracias a personas como ella, hoy nos vanagloriamos y felicitamos de que sea precisamente ese Santuario, el que cuenta con el Museo que merece: un lugar de encuentro, de interpretación, de apropiación cultural, de enseñanza, de identidad y de orgullo nacional.  Ojalá sean muchos otros Museos y muchos espacios similares los que nuestro país, por merecerlo y necesitarlo, pueda tener.

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