Novedad o novelería

Las encuestas políticas no acertarán mucho pero entretienen. Tanto porque casi todos los candidatos dicen que no creen en ellas, como porque sus responsables se ponen muy serios defendiéndolas. Y fíjense que éstos precisan que “la historia peruana demuestra que las últimas semanas son cruciales en cada elección, así que nada es definitivo aún.” (Alfredo Torres; EC, 28feb2016). Es decir, lo mismo que dicen los candidatos. Plop.

Lo que cada día queda más claro es que ni las encuestas sirven mucho para mejorar el discernimiento de los consultados, ni los consultados parecen saber muy bien qué debieran buscar en los candidatos.

Entre otros, es frecuente reclamar que se trate de algo nuevo, como si lo nuevo fuera siempre sinónimo de mejor. Otro criterio alude a los éxitos que lo preceden, aunque éstos vengan de algo lejano a la política. También se valoran las “buenas ideas”, tal vez muy poco realizables porque se las confunde con los deseos. Hasta un “ya le toca”, como si conducir una sociedad fuera el turno con el dentista.

En el fondo nada es totalmente nuevo, especialmente en un mundo informatizado y globalizado. La NOVEDAD correspondería a algo inédito por completo o que no se ha concretado por diversas razones. Cuidémonos más bien de la NOVELERÍA, esa conducta inmadura que se deja llevar por los personajes extraños, hasta ayer oscuros o desconocidos y por ahí sospechosamente triunfadores, cuyos emblemas se limitan a los colores o al dinero. Hay algo en todo esto que nos invita a recordar la novela de Javier Cercas, “El impostor”. Y tal vez en versión doble.