Dice el abogado: “Si se necesita un pueblo entero para criar a un niño, también se necesita un pueblo entero para abusar de él.” El contexto se halla en una película basada en hechos reales (“Spotlight”), por los abusos sexuales de unos religiosos contra muchos niños. La sociedad de Boston (Massachusetts, USA) debió enfrentar el dilema de esclarecer u ocultar estos sucesos.
Aquel doloroso tema no es materia de esta nota. Pero nos es útil -ahora al inicio de un año escolar- para enfatizar la tremenda responsabilidad (cada vez mayor) que los colectivos tienen en la protección y formación de sus niños.
Toda sociedad se expresa en sus instituciones, en sus expresiones tanto históricas como culturales y, de modo muy elocuente, en su cotidianidad. Dicho de otro modo: somos lo que hacemos, no lo que decimos.
Por ello todas las preocupaciones sobre la dotación magisterial y el equipamiento pedagógico, el mantenimiento de los planteles, la ropa ligera y la protección del sol, el transporte escolar y el sistema de seguridad que ellos requieren, es absolutamente necesario. Pero es más que eso.
La “sociedad educadora” debe reforzar la función formadora de la escuela con todos los mecanismos a su alcance. También se forman buenos ciudadanos con la utilización de los parques, el funcionamiento de bibliotecas, la programación recreativa y cultural (singularmente de la TV), además del rol estimulador y coordinador de los municipios.
Se necesita ese “pueblo entero” que decía el abogado, porque sus hijos son el producto de un compromiso colectivo. O de su indiferencia.