Por qué y por quién votar

Votaré el domingo porque el compromiso con el Perú es para toda la vida, desde el momento en que nací en él y comprendí que ser peruano era una tarea difícil, con frecuencia dolorosa y hermosa a la vez.

Votaré porque lo que aquí ocurre me concierne. Porque quiero tener derecho a reclamar a quienes gobiernen. No me gusta ser de los que sólo saben demandar pero nunca asumir. No acepto a los indiferentes, a los “a mí qué me importa”, a los “no es mi problema”. Y rechazo a los que, cuando se desilusionan, dicen “devuélveme mi voto”. No señor: cuando escoges algo, escoges también el riesgo de tu decisión, por lo que deberás también cargar la cruz.

Votaré por quienes conozco; no porque “me han dicho”, porque “tal vez”, porque es nuevo, porque ésta “la hace” o ya le toca. Cuando digo CONOCER incluyo capacidades, experiencia e inevitables defectos. Conocer también te autoriza para NO votar por alguien. No me fío de los salvadores de última hora, ni de los “reclutadores de técnicos” porque el Perú no es una fábrica: es una colectividad (o varias) compleja y diversa que necesita directores de orquesta, no solistas.

Me fío aún menos de los que se cambian de nombre en cada nueva elección, que se juran siempre limpios, que nunca asumen los fracasos de sus anteriores compromisos y además pretenden ocultarlos. Esos son los peores: desconfíen siempre de quienes presumen que no se equivocan jamás.

Votaré por un conductor que conozca la ruta, que sepa la curva que viene, cuándo el camino se angosta y dónde se debe correr. Que lleve bien sentados y seguros a sus pasajeros.