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Sábado 16 de abril 2016

Adiós Rey de Castro

"Rey de Castro defendió siempre la democracia y dejó en el camino numerosas amistades a las que prefirió perder antes de renunciar a su derecho a criticarle, su fuese preciso en su misma cara, aquello que consideraba podría estar atentando contra la moral, la ética, las buenas costumbres, los buenos modales", nos dice Francisco Ugarteche en sus líneas en homenaje a Luis Rey de Castro, a quien él asimismo considera un "maestro del periodismo".
Adiós Rey de Castro
Foto: Difusión

 

Anoche muy tarde me enteré de la muerte de un viejo amigo, maestro del periodismo, Luis Rey de Castro. Uno se esos héroes  anónimos que tiene nuestra democracia. Y sí que fue un héroe, debido a que sacrificó su vida y la de su familia por defender la democracia, durante la dictadura militar de Juan Velasco Alvarado.

En los tiempos del gobierno militar y antes que todos los medios de comunicación pasen a ser administrados por el Estado, Velasco se quejaba por las críticas de los periodistas que en sus comentarios le hacían ver sus numerosos errores, sus abusos en el gobierno. Eran tiempos en los que no había gasolina para hacer andar los vehículos de transporte público y privado, escaseaban los alimentos, comenzaba el fenómeno de la inflación.

Entonces Rey de Castro, en una columna que publicaba el Diario La Prensa, hizo comentarios tomándole el pelo al dictador, al afirmar que todos estábamos felices, que ya había gasolina y alimentos, que nada faltaba en los hogares de los peruanos.

Velasco ordenó su detención e inmediata deportación a Panamá, a donde fue a dar sin siquiera tener un documento en el bolsillo. Panamá lo devolvió en el mismo avión. No le permitieron descender y hasta el aeropuerto tuvo que ir su esposa Ana, con un pequeño maletín, con útiles de aseo, su pasaporte y cien dólares, que fue lo único que tuvo para sobrevivir en Panamá hasta que consiguió un pasaje a España.

En España vivió con su familia durante los ocho años de la dictadura de Velasco y fue Morales Bermúdez quien luego le permitió retornar al Perú. Conocí a  Rey de Castro después del Tacnazo, en 1975 y trabajé muy cerca de él durante cinco años, en los que puede conocer de cerca algunos detalles de su forzado exilio.

Pero no le guardaba rencor a nadie. Vivía con el optimismo de saber que la vida es algo bello, que vale la pena disfrutar, con su única esposa, a quien perdió hace unos pocos años. Junto a sus hijos y nietos.

La vida fue dura para el Rey de Castro que conocí. Y es que a la pérdida de su esposa, le ocurrió antes la de su nieto y luego la de su hijo. Una muerte tras otra, un dolor profundo en el alma, tras otro dolor aún más duro. Pero sin embargo, Rey de Castro, el de la Ventana de Papel sonreía siempre, hasta cuando le dio un derrame cerebral que le paralizó medio cuerpo, hasta el día de su muerte.

Nunca dejó de escribir. Escribía columnas de opinión política, pero también poesía, también cuentos que disfrutaba en la soledad de su pequeño departamento en la calle Bolognesi, en Miraflores.

Rey de Castro defendió siempre la democracia y dejó en el camino numerosas amistades a las que prefirió perder antes de renunciar a su derecho a criticarle, su fuese preciso en su misma cara, aquello que consideraba podría estar atentando contra la moral, la ética, las buenas costumbres, los buenos modales.

Rey de Castro era una especie de Quijote del periodismo. Tenía muy pocos amigos y me precio haber sido uno de ellos. En realidad más que un amigo, fui su discípulo. Volvimos a trabajar juntos a principios de siglo, en una aventura que tuvo que ver con periodismo de radio, televisión e impresos. No temía experimentar con las modernas tecnologías, aunque por la edad le costaba acoplarse a las nuevas invenciones.

Nunca dejó de escribir, ni cuando el derrame le hizo perder la conciencia y le mató medio cuerpo. Siguió escribiendo tercamente su columna de la Torre de Papel, que leí desde cuando era niño, cuando estaba en el colegio.

Lo visité a principios de este año y me agradeció el gesto. Era uno de los pocos a quienes permitió lo viera en un estado como jamás quisiéramos ver a un amigo, a un pariente, a un ser querido. Disminuido en sus facultades físicas, hablando con mucha dificultad, expresando con la mirada que se está muriendo, soltando involuntarias lágrimas reflejo de un dolor que le salía del fondo del alma.

Luis ha partido y pienso que ahora, finalmente descansa. Ya se debe haber reencontrado con su amada esposa Ana, con su hijo Pablo, con su nieto, con su madre, con sus seres más queridos. Descansa en paz Luis. Descansa Torre de Papel. Descanse usted maestro del periodismo peruano.

 

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