Cuando aparezca este Scopio tal vez ya sepamos quién nos gobernará en el siguiente quinquenio. La esperanza que le vaya mejor al Perú tendrá tanto creyentes como incrédulos y también agnósticos. Precede a este momento los cinco años que terminan y que serán dignos de un escrutinio severo por sus errores, con las normales excepciones de siempre entre las cuales bien se podría incluir a la educación, pero sin desmesuras.
Aunque no sólo por la actitud del ministro Jaime Saavedra, el tema educativo se ha puesto en un lugar preferente. Pero ahora más que nunca se necesita ser consecuente con lo que se ha venido postulando: avanzar en (pocos) resultados concretos y renunciar a las declaraciones vanas. Por eso la aceleradísima decisión sobre un nuevo currículo traiciona su seriedad.
Ojalá junto a lo avanzado podamos conseguir que se fortalezca la institución educativa, se fomente la diversidad de modelos y se potencie el liderazgo responsable de los directores. Que las evaluaciones de los estudiantes sirvan para efectivas reorientaciones pedagógicas. Que se apueste por la descentralización y se responsabilice más a las regiones. Que se seleccione con mayor exigencia a los maestros y por ello mismo se les remunere mucho mejor. Que cada peruano/a y las instituciones sepamos que nuestros hijos se forman y educan en la casa, en la calle y en la escuela: en ese orden.