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Jueves 09 de junio 2016

La serpiente, el pájaro y la vara

Por Thomas Mitchinson
La serpiente, el pájaro y la vara
Foto:difusión

Hace algunos años leí una historia acerca de un hombre que salió a caminar y de pronto vio un pájaro inmóvil, paralizado. El ave estaba con la mirada fija en una serpiente que se estaba acercando y preparándose para atacar. En ese preciso momento, el hombre arrojó una vara entre ambos animales. La serpiente retrocedió y el pájaro voló, libre. A pesar de los años que han transcurrido desde entonces, la lección que esa historia enseña ha permanecido conmigo.

Puede que todos enfrentemos desafíos en la vida: períodos de enfermedad, carencia, soledad, infelicidad. ¿Se han sentido alguna vez como ese pájaro: incapaces de moverse, paralizados por el temor? Yo sí. Pero fui salvado por una vara arrojada en mi camino. ¿Qué es esa vara que rompió el hechizo del temor?

En mi caso, y quizás también en el de ustedes, esa vara ha sido la oración espontánea; la capacidad de volverme a Dios en cualquier momento y sentir la pronta influencia del poder divino en mi vida. La oración no requiere necesariamente tiempo y calma para ser eficaz, sino que puede ayudarnos a sentir instantáneamente el poderoso efecto de la presencia de Dios. Quizás ustedes, como yo, hayan comprobado que la oración tiene la capacidad de liberarnos de las garras del temor y traer la bondad y la protección divinas a nuestra vida.

Mi primer año en la escuela secundaria no fue fácil para mí. La escuela estaba fuera de control. Había violencia en los pasillos y tráfico de drogas en las esquinas oscuras. El área exterior para fumadores olía a marihuana. Los estudiantes vagaban por donde querían y cuando querían. Era un caos.

Una banda buscaba estudiantes más débiles que ellos a quienes acosar. Cuando encontraban a uno lo seguían, lo acorralaban y lo golpeaban. Ellos eran mi “serpiente”. Yo les temía y los odiaba, y un día fui su blanco.

Esa noche, en medio de lágrimas, vergüenza y una completa falta de autoestima, recurrí a la Biblia en busca de consuelo. Pero, en cambio, lo que encontré me impactó. Estas palabras de Jesús me pusieron a prueba: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”. No podía creer que esa fuera mi respuesta. Después de todo, ¡yo era la víctima!

Apagué la luz. Pero esas palabras continuaron viniendo a mi mente hasta que me di cuenta de que eran la “vara” que necesitaba. Debía orar por ese grupo y amarlos. Eran “forasteros”, distintos del resto de nosotros, y la ira, la desilusión y la falta de respeto de parte de los demás era lo que quizás ellos también sentían. Aunque no era fácil, decidí superar mi temor con el amor.

La sanadora cristiana Mary Baker Eddy descubrió la naturaleza práctica de las enseñanzas de Jesús, que sanan toda situación, y llamó a su descubrimiento Ciencia Cristiana. La siguiente cita de ella fue para mí como una especie de “vara”, una forma de romper el sueño hipnótico del mal en esa escuela y sanar el odio entre los estudiantes. “La humanidad tiene que aprender que el mal no es poder. Su así llamado despotismo no es sino una fase de la nada. La Ciencia Cristiana arrasa el reino del mal, y preeminentemente promueve el afecto y la virtud en las familias y, por consiguiente, en la comunidad.” Ciencia y Salud). Mi familia de la escuela, incluidos los miembros de esa banda, necesitaban ese afecto y esa virtud, por lo que continué orando.

Un día volvieron a acorralarme. Pero esta vez, cuando uno de ellos me golpeó en el estómago, no sentí dolor, sino un gran sentimiento de hermandad y amor. El chico que me golpeó me miró confundido, y luego dijo: “¡Salgamos de aquí!”, y se fueron. Ese fue el último ataque contra mí.

Continué orando por la escuela durante todo el verano. El año siguiente todo cambió. Vino un nuevo administrador, los pasillos estaban limpios, había reglas y se respetaban. Los patios y pasillos se cerraban durante las clases y la banda desapareció.

La oración es eficaz. La comprensión del poder del Amor divino es una vara que puede romper el hechizo mesmérico del temor y el odio. Cuando nos damos cuenta de que el Amor, Dios, es más fuerte que la ira o el temor, podemos elevarnos y alcanzar la libertad espiritual, y encontrar nuevas oportunidades de expresar ese Amor, calmar situaciones cargadas de odio, y ayudar a otros a sentir este magnífico Amor que sana.

Thomas Mitchinson escribe sobre la relación entre el pensamiento, la espiritualidad y la salud como Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana en Illinois, EE.UU. Email: illinois@compub.org. Twitter: @TimMitchinson

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