Controlando al Controlador

Hay que tener cuidado con las autoridades del flamante gobierno y sus declaraciones. En especial las del Primer Mandatario. Eso de que “el contralor Edgar Alarcón no tiene claras sus funciones y es una traba potencial para el gobierno” pone una cuenta más al rosario de expresiones inoportunas del gobernante. “Glosolalia” la ha denominado el acucioso analista Mario Ghibellini. Claro, aunque no fuera un episodio cercano a los territorios síquicos, sí tiene aplicación en los predios de la política por las confusiones en que incurre y las que genera.

Lo primero que se conoce cuando se ingresa a la administración pública es que existe un organismo autorizado para ejercer una supervisión permanente. Esa es la Contraloría General de la República y todo funcionario, de rey a paje, sabe que está sujeto a la vigilancia de ella. Y es tan fundamental como básico conocer que existen tres formas de control: previo, concurrente y posterior.

Si una de las mayores preocupaciones del país está en la corrupción, lo peor será tener denuncias sobre lo ya ocurrido cuando lo ideal fuera conocerlas antes de que ocurran los hechos. Advertir a tiempo no es sinónimo de “trabar” ni puede verse como “protagonismo excesivo”. Más figuretismo hay en salir a enfrentarse públicamente con quien debería ser visto como el mejor vigilante de los fondos públicos. Por último, si se viera exceso infundado, se espera de los gobernantes modales más respetuosos.