La suerte estaba echada para Dilma Rousseff. De nada le valió dramatizar su caída ante el pleno del Senado y denunciar el “golpe de Estado”. Tampoco recordar su pasado de guerrillera y su resistencia a las torturas que sufrió bajo la dictadura militar (1964 y 1985). La mayoría de los senadores, cual jueces, habían tomado de antemano su decisión.
Tras una sesión maratónica, en la que no faltaron incluso las lágrimas, tan solo 20 de los 81 senadores votaron a favor de que permaneciese en el cargo hasta el final de su mandato. 61 senadores le negaron ese derecho, aduciendo que Dilma Rousseff ha sido encontrada culpable del grave delito de “irresponsabilidad fiscal”.
De manera que hoy 31 de agosto de 2016, día histórico sin duda para el Brasil, a las 16 horas (hora local), su hasta ahora vicepresidente y Presidente Interino, Michel Temer, se convertirá en su sucesor y gobernará la República Federal de Brasil hasta 2018.
La destitución de Dilma Rousseff pone coto a más de trece años de poder a más alto nivel del Partido de Los Trabajadores. La presidenta dispone, a partir de este momento, de 30 días para dejar la residencia presidencial, la Alvorada, que ocupa desde el 2010, año en que sucedió a Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010).