La existencia de los “ranking” suele generar enfrentamientos entre quienes los idolatran o los repudian. Me inscribo entre los que prefieren que existan, más allá de limitaciones y sesgos.
Hace pocos días la revista AméricaEconomía ha publicado uno de ellos: el ranking de las universidades peruanas. Entre las 10 primeras están aquellas con magníficos pergaminos previos: las universidades Católica, Cayetano Heredia, del Pacífico, San Marcos y la UNI están al frente. Aparecen por primera vez la Universidad Agraria (7ª) y San Martín de Porres (8ª) acompañando a la UPC, Universidad de Piura y San Ignacio de Loyola. Un segundo grupo (de 11 a 20) completa la clasificación.
Del total se constata que sólo tres de ellas son públicas y el resto (17) son privadas, así como que ocho tienen sus sedes fuera de la capital: dos en Trujillo como en Chiclayo y una en Piura, Huancayo, Arequipa y Tacna.
Los criterios de evaluación –que sólo enumeramos- buscan registrar lo que una buena universidad debe reunir o promover: calidad profesional de sus docentes, convenios suscritos, infraestructura, selectividad e inclusión verificadas, empleabilidad y acreditación constatadas y –quizás lo más elocuente- innovación financiada y luego registrada en patentes y artículos indexados. Entendemos que la universidad está hecha, en esencia, para innovar, transformar, mejorar la sociedad.