Se aprecia fragilidad institucional en el Estado y en los partidos políticos. Es la hora de dialogar y concertar por objetivos superiores a los intereses de parte.
1. Se trata de un gobierno de tecnócratas, sin mayoría en el Congreso, atípico. Esto no sucede desde hace 48 años (si de hablar de poderes sin contrapesos, se trata). Tecnócratas que no entienden el valor del diálogo de miras a lograr acuerdos políticos legítimos. Un grupo parlamentario de 17 miembros decide confrontar a otro que cuenta con 72, un colectivo cuya vocación de aplanadora no se condice con el espíritu de la democracia. El resultado era previsible. La Constitución no prevé fórmulas intermedias y solo ofrece el cierre del Congreso cuando se produce la colisión de poderes. Ahora, obligados por la crisis del Ejecutivo y el Legislativo deberán diseñar una fórmula, respetando la autonomía y equilibrio de poderes, y acordar una Agenda Programática que asegure la gobernabilidad de aquí al final d sus mandatos. Reconociendo, para esto, que solo desde el diálogo –no desde la imposición- es posible concertar. Los tiempos del aniquilamiento del adversario deben quedar en el pasado.
2. La decisión de apoyar o no la censura ha polarizado la relación entre los grupos parlamentarios y al interior de estos. Los grupos parlamentarios sin partido real detrás no tienen problema para tomar decisiones. En el caso contrario, no sucede lo mismo, las diferencias de parecer en sede congresal activan o reflejan las tensiones al interior de las organizaciones. ¿Por eso algunos dirigentes no aprecian a sus partidos después de las elecciones?
Los partidos históricos anuncian eventos de renovación que los libere de las crisis. El PPC tendrá su Congreso en estos días; el PAP anuncia su Congreso para febrero de 2017; de AP no se tienen noticias. Mientras que el Frente Amplio debate aún quién debe ejercer la vocería: la ex candidata presidencial o la bancada parlamentaria. En los otros partidos nuevos no hay noticias en el frente, parecería que todo se resuelve en la computadora del personero legal.
Los temas de fondo que abordarán los partidos –realmente existentes- en sus congresos tienen que ver con la actualización ideo-política, programática y organizacional, elección de sus nuevos dirigentes, fortalecimiento de la democracia interna y sus instituciones, al igual que de la definición de su relación partido-gobierno y partido-Congreso.
La ley de Partidos, a 13 años de vigencia, necesita una reforma integral que vaya más allá de la teoría y aborde la cruda realidad de la competencia desigual entre los partidos franquicia y los partidos ideológicos programáticos. ¿Cuál es el modelo de financiamiento de la política aceptable y que definirá el tipo o modelo de partidos que deseamos para el país? Los partidos franquicias se muestran eficientes, exitosos, ganan elecciones y no tienen que rendir cuentas a nadie dado que no existe partido, salvo en caso de las elecciones. No hay vida institucional más allá del dueño del partido y sus allegados. El asunto es llegar al poder, no importa cómo: parece ser la preocupación de quienes, seducidos por estos métodos victoriosos, pretenden llevar estas prácticas a sus organizaciones. Estos temas son parte del conflicto al interio de los partidos. ¿Salvo el poder todo es ilusión?