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REDES SOCIALES
Sábado 11 de febrero 2017

Protocolo en la boda: Sí, acepto!

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)
Protocolo en la boda: Sí, acepto!
Foto: WPR


Los preparativos para una boda religiosa demandan un conjunto extraordinario de detalles, delicadezas y, además, deben considerarse diversas pautas con la finalidad de asegurar su éxito. En este contexto, el protocolo social cumple un rol invalorable, acertado y eficaz.

Un primer paso consiste en elaborar con antelación y detenimiento la lista de invitados. Si obvia organizar un registro pormenorizado, corre el riesgo de disponer un número inexacto de tarjetas e incluso puede olvidar a personas afines. Soslaye convocar solo por compromiso. Recuerde: no tiene la obligación de incluir a quien no desea.

Las invitaciones son la “carta de presentación” de la actividad. Emplee un color sobrio (blanco o marfil), eluda diseños saturados de dibujos, tonos exagerados y extravagancias. Deben contener el nombre y apellido apropiado del destinatario y serán entregadas con 30 días de anticipación. Un aporte importante: no requiere colocar el afamado enunciado “hora exacta”, como sucede en “perulandia”. El protocolo exige que la ceremonia empiece a la hora indicada.

Otro aspecto inadvertido es su redacción. Sea ponderado, original y descarte imitar los deficientes contenidos atiborrados de errores. Use expresiones atinadas y si desea consulte a un corrector de texto. En ocasiones leemos en la lado inferior: “Después de la ceremonia sírvase pasar a los salones de la iglesia”. Más acertada sería la siguiente inscripción: “Brindis, salón de la iglesia”. Punto!

En relación a la vestimenta es oportuno estipular que “elegante” deriva de “saber elegir”. Recomiendo escoger el vestuario acorde a la edad, las características físicas, la hora, el clima y el evento. Cuide los escotes, las transparencias y las espaldas descubiertas. La discreción es sinónimo de buen gusto: las damas pueden ponerse un traje corto o un vestido de cóctel y los hombres un terno oscuro y camisa blanca.

Los novios deben marcar la diferencia y exhibir una ropa acorde a tan solemne coyuntura. Salvo que se realicen unas nupcias originales, el atuendo seguirá una línea tradicional: camisa blanca -mejor de doble puño y cuello sin ningún tipo de botón o pasador- y una corbata de color clásico.  Los zapatos apropiados son los de cordones.

El padre vestirá con la misma gala que el novio, más allá que sea el padrino. La madre se pondrá un atavío por debajo de la rodilla de manga tres cuartos o larga. Los testigos usarán  igual etiqueta que el novio o algo inferior, pero nunca superior. Por ejemplo, si el futuro esposo luce una prenda clásica los testigos no deberían ir con chaqué.

Es imperioso ensayar el enlace matrimonial a fin de sortear los comunes deslices que deslucen esta conmemoración. Es conveniente estar al tanto de las precedencias: la prometida irá en el automóvil en el asiento posterior a la derecha, ingresará al templo por la derecha, los sacos de los varones permanecerán abotonados, los encargados de la primera y segunda lectura, del salmo responsorial y de las peticiones deben tener buena dicción, leer con fluidez y sacudirse de temores que desluzcan sus intervenciones.

Al irrumpir en la iglesia no haga sonar los tacos, jamás lleve las manos en los bolsillos, tampoco corra como si estuviera arribando a una función cinematográfica. Los invitados de la novia se ubicarán en las bancas del lado izquierda, mirando hacia al altar y los del novio en la derecha. Si llega tardíamente, propongo prescindir hacerse notar caminando hasta las primeras filas. Aplique el sentido común y no acuda con recién nacidos o niños. Apague su celular, esquive tomar selfies y actúe con circunspensión. Tenga presente: está concurriendo a un lugar de oración.

En consecuencia, considero trascendental referirme a la conducta en el templo. Para lo cual, reitero lo comentado en mi artículo “¿Sabe usted comportarse en la iglesia?”: “…Para empezar a la Casa del Señor se ingresa y permanece en silencio antes y durante la liturgia. No es correcto saludar a creyentes conocidos, hablar por teléfono, ver sus mensajes de texto, voltear a mirar el coro, conversar mientras llegan los concurrentes, cruzar las piernas, masticar chicle, asumir una actitud con poca observancia, entre otros ‘habituales’ e indecorosos gestos”. “…Si se incorpora mientras se está en las lecturas espere en la entrada. Puede buscar asiento durante el salmo responsorial cantado o la aclamación del evangelio. Los pasillos laterales serán utilizados en estos momentos para no distraer. Los menores siempre se sentarán con sus padres o adultos a fin de aprender cómo participar”.

Es irrespetuoso -como sucede con asiduidad en “perulandia”- que concluida la ceremonia se omitan los saludos en los recintos de la iglesia y, únicamente, ciertos invitados sean convocados a la fiesta. ¿Cómo hacen los demás para felicitar a los nuevos esposos? ¿Se ha puesto a pensar en este disparate? En ciertas oportunidades he recibido este tipo inconcebible de convocatorias.

La invitación para la festividad posterior al casamiento estará adjunta al parte matrimonial y puede poner en una hoja un plano para hacer accesible su ubicación. Prescinda emplear la palabra “recepción”. Ésta es ofrecida solo por autoridades gubernamentales y diplomáticas. Sitúe el vocablo preciso en función de la velada que haya planeado:  almuerzo, comida, cena, brindis, coctail, según sea el caso. Decline usar el término que le parezca más refinado.

En la mesa principal, según el criterio de los recién casados, se sentarán los progenitores y padrinos, pero no juntos. Propongo intercambiar a los participantes en varias mesas con el afán de propiciar su combinación y evitar la formación de sectas o grupitos como acontece en “perulandia”, en donde la precaria habilidad social y la escasa relación interpersonal son el “pan nuestro de cada día”. No coloquen las señoras sus carteras en los asientos vacíos para reservar espacio a su amiga o familiar. Demuestre su seguridad personal, su manejo de  elementales cánones de educación y, además, que no está infectado con el síndrome de “chuncholandia”. Para ello, los comensales se fijarán en el rótulo apostado en su ubicación.

Las mesas recomendadas son las redondas: posibilita que los presentes se vean, disimula las precedencias y beneficia las conversaciones colectivas. No instale aparatos florales exuberantes que obstruyan la mirada entre los asistentes. Si tiene agasajados altisonantes dispérselos e intégrelos con hombres y mujeres de una conducta mesurada. De esta manera, el impertinente quedará neutralizado.

Cuando arriban los novios a la fiesta prescinda saludos, besos y abrazos. Eso se dejará para después de comer. Una vez que están servidos los platos de los novios y empiezan a comer, se da por comenzado el convite. Se principia a merendar cuando todos los platillos de nuestra mesa han sido distribuidos. El banquete termina con el postre y con el corte del pastel por parte de los desposados, seguido de un brindis. Los contrayentes suelen recorrer las mesas para charlar y fotografiarse. El baile lo abren ellos, seguidos por los padrinos y luego intercambian parejas.

Si se tiene previsto algunas palabras debe hacerse de una forma amena y retraerse de extensas intervenciones: es suficiente dos o tres minutos. Es común que hablen los padrinos -los dos o uno de ellos- y uno de los recién casados. Se suele reconocer a los concurrentes por haberles acompañado en ese día tan importante en sus vidas. Nada más!

Es aconsejable disculparse en caso de estar imposibilitado de asistir al matrimonio. Puede enviar una comunicación con un aparato floral. También, es agradable formular una invitación a los novios a su retorno de la luna de miel. Será entendido como un gesto afable y explícito de su delicadeza. Transmitir sus excusas muestra su deferencia y cortesía. Por desgracia, cada vez es más escasa esta muestra de refinamiento que, sin ambigüedades, se encuentra camino a la extinción en una colectividad atestada de desidias y tosquedades.

Un detalle enaltecedor venido a menos en “perulandia” es el agradecimiento. Los esposos -a través de una esquela- darán las gracias por los obsequios, mensajes y flores recibidas. Agradecer dignifica, estimula y ennoblece. Felices y unidos “hasta que la muerte nos separe”.

(*) Docente, consultor en organización de eventos, protocolo, imagen profesional y etiqueta social. http://wperezruiz.blogspot.com/

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