Jorge Luis Martínez, autor de estas líneas
De acuerdo a los datos propalados por Pulso Perú, siete de cada diez peruanos tienen la impresión que la economía peruana está camino, sino a punto, de enfriarse. Un dato preocupante, ya que teniendo en mente este escenario, los Decretos Legislativos que solicitó el Poder Ejecutivo al Primer Poder del Estado orientados a catalizar la dinámica económica ya se han implementado. Los resultados económicos que se hacen esperar, junto con la ignominiosa trama de la corrupción, que daña a nuestra institucionalidad, han enturbiado el ánimo del ciudadano de a pie. El mismo sondeo nos dice que se ha acentuado la sensación que nuestra economía está peor que hace un año: 33 de cada 100 de los encuestados así lo considera, 17 más que los que pensaban lo mismo en noviembre del año pasado.
Asimismo, en estos últimos días se ha informado que Petroperú emitirá bonos (una deuda en buena cuenta que pagaremos todos los peruanos) por un monto equivalente a los tres mil millones de dólares a fin de financiar la Modernización de la Refinería de Talara, un proyecto cuyo costo asciende -millones más, millones menos- a los cinco mil millones de dólares. Una cantidad que nos lleva a preguntarnos si no resultaría más económico importar el combustible refinado. Merecemos una explicación. Algo que se nos negó a lo largo del mediocre gobierno de Ollanta Humala, pero que tenemos derecho a solicitar al de Pedro Pablo Kuczynski. Una explicación, valgan verdades, se deja esperar. ¿Acaso este gobierno no cuenta con especialistas que evalúen y puedan objetar esta inversión que afectará los bolsillos de todos los peruanos? El silencio no es la mejor actitud que se puede adoptar en el momento en el que la expectativa de crecimiento económico no es de la mejor.
Como si lo señalado líneas no fuese poco, hay que añadir el financiamiento de los Juegos Panamericanos. Costarán alrededor de mil doscientos millones de dólares. Una cantidad nada despreciable que nos lleva a decir que hasta ahora no se ha avanzado en nada, y a advertir que el monto en cuestión podría hasta duplicarse con el paso del tiempo, dada la naturaleza y dinámica de los proyectos de infraestructura. Nadie pone en duda que la realidad de nuestro país nos enrostra desigualdades; faltan erigir más colegios, construir carreteras, modernizar puertos, entre otras necesidades de orden infraestructural, pero insistir en gastar el monto arriba señalado no tiene sentido, no en la situación en la que el país se encuentra. ¿Acaso no resultaría mejor traer entrenadores de calidad a fin de potenciar a algunos deportistas que realmente pueden obtener medallas en una competición internacional?
Sin embargo, lo anterior no es todo. Y sin el ánimo de suscitar más desazón queremos señalar el despilfarro imperante en el Perú; esto, a pesar de que el Perú de los últimos años haya contado con mejores mecanismo de control de gastos. Acaso no es un despilfarro la cantidad de dinero “invertida” en proyectos como el Gasoducto del Sur. El satélite, cuyo costo y uso son puestos en duda. La Línea 2 del Metro de Lima, cuyo financiamiento se disparó a más de cinco mil millones de dólares (se aduce que el costo es alto porque la Línea 2 tendrá varios kilómetros de tramo subterráneo; sin embargo, en ciudades como Quito y Bogotá se optado por el mismo tipo de proyecto y los costos son menores). No es un despilfarro los cerca de ocho mil millones de soles que se han gastado en equipos militares. Lo de la Interoceánica que según arrojan las investigaciones aún en curso constituyeron un verdadero festín de coimas probadas.
Todo esto tiene que cambiar. Somos todos los peruanos quienes, mediando nuestros impuestos, financiamos estos despilfarros. Mucho tiene que hacer Contraloría General de la República o la Comisión de Presupuesto del Congreso de la República. El Estado tiene que de una vez ponerse a funcionar. Se han invertido millones de soles en nuevos sistemas de control, ¿para qué? Pongamos en marcha de una vez por todas el Sistema de Control a fin de poner coto a estos Elefantes Blancos que no son otra cosa que una vergüenza nacional.