Quiero compartir un recuento de los orígenes de esta imponente pieza cuyos entretelones debemos valorar a fin de afianzar sentimientos de adhesión colectiva, tan ausentes en el reino de “perulandia” y que nos incumbe cultivar a partir de comenzar a apreciar las palabras del sabio italiano Antonio Raimondi: “En el libro del destino del Perú, está escrito un porvenir grandioso”.
Su creador es José Sabas Libornio Ibarra (1858-1915), un músico que vino a nuestro país, como muchos otros migrantes, procedente de Manila en 1885. A petición del dignatario Nicolás de Piérola compuso la Marcha de Banderas. La partitura pertenece al hermano Ludovico María, director del colegio La Salle.
La obra de este genial artista consta de 598 partituras que se atesoran en el Centro de Estudios Histórico Militares del Perú. Asimismo, condujo la Banda Cívica de España en Manila y la Banda del Séptimo Regimiento de España y, además, produjo incontables valses, polcas y representativas sonatas como: Estado Mayor, Séptimo de Línea, Escuadra Peruana, Coronel La Puente, El Morro, Huamachuco, Mi Patria y Mi Bandera y la Marcha Fúnebre Candamo.
Según refiere el recordado comunicador Manuel Acosta Ojeda (1930-2015), el intérprete y el presidente coincidieron en un Te Deum en honor a la Patrona de las Armas de la República, Virgen de la Merced, en la Iglesia de La Merced. Al finalizar el mandatario lo felicitó y el filipino aprovechó para decirle: "Excelencia: el himno nacional está siendo usado muy indiscriminadamente, conviene convocar para crear una marcha para rendir honores a la bandera y para que sea ejecutada en todos los actos oficiales. El jefe del estado le respondió: ‘Maestro, usted tiene la palabra’".
Se estrenó este tema a la llegada del titular del Poder Ejecutivo a la homilía por el día de la victoria de la Batalla de Ayacucho. Una semana más tarde, el 17 de diciembre de 1897, fue expedida la resolución reconociendo su ejecución en todo evento oficial. En el compendio de dispositivos legales figura el siguiente precepto: "Aceptase la Nueva Marcha, que para los honores de la Bandera Nacional, propone el Director de Bandas del Ejército don José S. Libornio Ibarra; cuya Marcha será la única que se use, en lo sucesivo, para dichos actos”.
En el primer gobierno de Augusto B. Leguía (1908-1912), su denominación cambio a Marcha de las Banderas y se emplearía para anunciar el arribo y retiro del presidente de la república, la elevación de la Sagrada Hostia -en las ceremonias religiosas oficiales- y el izamiento de la bandera en cuarteles, buques de la armada, puestos de frontera y centros de enseñanza.
El Decreto Supremo Nro. 096-2005-RE titulado “El Ceremonial del Estado y Ceremonial Regional”, señala: “…la ejecución de la Marcha de Banderas estará reservada a los honores que se le rinde al presidente constitucional de la república, la elevación del Santísimo, la bandera nacional y a los jefes de estado o de gobiernos extranjeros”. La citada norma establece que “cuando correspondan, los honores militares se rendirán únicamente entre las ocho (08.00) horas y las dieciocho (18.00) horas, lapso durante el cual permanecerá izado el pabellón nacional”.
Una muestra de los incontables desatinos en su aplicación se evidenció en la toma de posesión del alcalde de la “Ciudad de los Reyes”, Luis Castañeda Lossio (enero 1 de 2015). Algún improvisado y confundido adulador del área de protocolo -que alucinó al líder de Solidaridad Nacional asumiendo la presidencia de la república- dispuso su entonación al irrumpir el electo burgomaestre en el Teatro Municipal de Lima.
Este despropósito fue la primigenia torpeza de las innumerables que caracterizan la oscura, sectaria e intolerante dirección edil del experto en puentes colapsados. Por fortuna los músicos no lucían chalecos amarillos con el lema “Construyendo”. Tengamos presente que el protocolo implica guardar las formas y el respeto al semejante: cualidades enmudecidas -y sólidas como el cemento de sus cuestionadas edificaciones- en el político contemporáneo que, probablemente, mejor encarna la criolla y resignada frase “roba pero hace obra”.
Esta composición tiene un simbolismo imposible de omitir. De allí que deseo transcribir el relatado de Guillermo Thorndike expuesto en su libro “La revolución imposible” (1988), en relación al tributo rendido en la primera gestión de Alan García Pérez (1985-1990), al recibir en Palacio de Gobierno a la viuda del ex presidente chileno Salvador Allende, Hortensia Bussi: “…La banda de músicos saludó a García con la Marcha de Banderas. Tan pronto se apartó la limusina de la casa militar, el presidente avanzó con la señora Allende hasta detenerse en el centro del patio. Se escucharon entonces los himnos de Chile y Perú. Escoltados por el general Silva y el jefe del regimiento pasaron revista a la tropa”…“Pero presidente, me dispensa usted honores de jefe de estado, dijo la viuda de Salvador Allende. El general Silva mantenía los ojos en un remoto horizonte. Es que la estoy recibiendo a usted y también a don Chicho (en alusión al líder de la Unidad Popular) contestó con una sonrisa”.
Al retornar la democracia al vecino país del sur, el dirigente del Partido Aprista Peruano tuvo el gesto enaltecedor de acudir a la asunción de Patricio Aylwin Azócar al día siguiente de la ceremonia de investidura (marzo 11 de 1990), con la finalidad de eludir saludar al sórdido dictador saliente. Sin duda, un coherente mensaje político llevado acabo sin alterar, ni dejar de cumplir el correcto proceder protocolar.
De otro lado, sugiero a la Dirección General de Protocolo y Ceremonial del Estado de la Cancillería impartir programas de capacitación a los medios de comunicación que incluyan la función de esta majestuosa marcha. En ocasiones los periodistas ofrecen información inexacta. Por ejemplo, en la visita de los reyes de España (2008) una despistada locutora de televisión refirió que al acceder los monarcas a la Plaza de Armas -camino a la Casa de Pizarro- lo hacían acompañados del himno patrio. En realidad se trataba de la Marcha de Banderas.
Una vez más, reitero: este tradicional fragmento sonoro está reserva para las solemnidades instituidas en el ceremonial. A los encargados de protocolo de las variadas entidades públicas les incumbe estar al tanto de sus pormenores y, de esta forma, evitar su arbitrario uso. Su hermosa letra es un canto de orgullo, esperanza y amor nacional.
(*) Docente, consultor en organización de eventos, protocolo, imagen profesional y etiqueta social. http://wperezruiz.blogspot.com/