Para cuando esto haya pasado

Grover Pango, autor de estas líneas

Tal vez más como un deseo que como una convicción, solemos repetir que lo malo que ocurre no debe repetirse jamás. Lo hemos escuchado muchísimas veces pero todo indica que poco o nada hemos aprendido como sociedad. Habrá que insistir en ello.

De los muchos aprendizajes en camino, quizás se debiera comenzar por casa. Aunque –claro- hay varios tipos de “casas”: desde las que reciben agua en cisternas hasta las que tienen piscina. Aun así, tener conciencia de lo que el agua significa es un asunto ético más que económico. Lo es porque el mundo en que vivimos es la casa de todos y el agua será un factor de sobrevivencia humana.

Todos podemos hacer algo pensando en los demás, pero también en nosotros. El agua con que se lavan los alimentos es muy nutritiva y es útil echarla a las macetas o el jardín. Es torpe mantener la ducha abierta al jabonarse o lavarse la cabeza. O que el agua corra al afeitarse. O lavar carros y regar jardines justo al mediodía.

La ciudadanía no es sólo un ejercicio de derechos sino de obligaciones, aunque nadie nos mire y no haya una sanción que nos amenace.  Los mejores ciudadanos (desde niños) son los que actúan vigilados únicamente por sus convicciones.

Por supuesto que hay otras tareas más grandes que le corresponden al Estado, que no sólo es el gobierno central sino los alcaldes y gobernadores, en ese orden. Volveremos por ellos.