Crónica de un golpe anunciado

Mg. Jorge Luis Martínez, autor de estas líneas

Hasta que se dio el zarpazo que todos hablaban y esperaban. Como si la hambruna, crisis política, energética y un sinfín de abusos no hubiesen sido suficientes, el sátrapa Nicolás Maduro añadió uno más a la larga lista de golpes que ha encajado la hermana República de Venezuela. La Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela asumió las funciones de la Asamblea Nacional. El recinto de mayoría opositora ha sido vilipendiado, por la pretensión del gobierno de facto de Nicolás Maduro de acallar la voz del primer poder del Estado en la hermana república sudamericana. Maduro muestra que está aún verde en política y se equivoca, ya que el mismo grupo opositor ha hecho un llamado a la movilización de los sectores democráticos a fin de que fortalezcan su organización en aras de elevar con contundencia su protesta para hacer frente a este golpe contra la institucionalidad de la democracia. 

El Perú por su parte ha llamado al embajador Mario López Chávarri, anunciando su retiro definitivo de Venezuela. Mientras que los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Uruguay, al igual que el nuestro,  expresaron su "alarma" frente al atropello de la democracia en el país llanero. Pero lejos de llamar a una reflexión al sátrapa venezolano, este respondió con declaraciones que se asemejaban más bien a una broma de mal gusto. “En Venezuela, dice Nicolás Maduro, hay plena vigencia de la Constitución, de los derechos civiles y políticos, de los derechos humanos y del poder popular". Tremenda declaración del hombre que reta una vez más a la comunidad internacional. Y hace caso omiso de la voluntad de mediación expresada por varios líderes e incluso El Vaticano a fin de hallar salida a esta crisis.

Estados Americanos, al igual que lo han hecho otros organismos multilaterales, ha expresado su condena a su gobierno a lo largo de los últimos. Que su régimen es objeto de condena internacional debido a la detención arbitraria de opositores políticos y la salvaje represión de la oposición, al igual que por el manejo irregular de los procesos electorales que han permitido su permanencia en el poder. Maduro sabe, no puede no saberlo, que lo sucedido en su país equivale a un punto de no retorno e irá hasta el final. No hará caso a nadie. Hará por ende oído sordos a la condena internacional y se hará al desentendido, como que si con él no fuese, de los mecanismos de sanción contemplados en la Carta Democrática Interamericana firmada el 11 de septiembre del 2001 en nuestro país para casos de países miembros cuyos gobiernos intenten poner coto al andar del régimen democrático. 

Ante este escenario, los defensores de la democracia debemos coadyuvar a que en este contexto se plasme uno de los propósitos de la Carta de las Naciones Unidas, solicitando la convocatoria del Consejo de Seguridad de la ONU, en aras de que este organismo coopere, tal como debe, en la solución de problemas internacionales y en el desarrollo del respeto a los derechos humanos. La situación de Venezuela así lo exige. Hay un dictador que tiene sometido un país a punta del fusil y el hambre. Esperemos que las naciones que conforman el colegiado de más alto nivel planetario tome una decisión al respecto. Una intervención militar de acuerdo al derecho internacional sería una opción válida para poder derrocar a este individuo que funge de jefe de Estado. Los defensores de la democracia no debemos dar en esta preocupante y triste coyuntura señal alguna de debilidad.