Giovanni Sartori
(Florencia, Italia, 13 de mayo de 1924 - Roma, 4 de abril de 2017)
Italia, en especial la Escuela de Florencia, ha dado al mundo notables intelectuales y pensadores que con sus obras y artículos nos ayudan a enfocar la realidad y a mejorarla. Giovanni Sartori es uno de esos referentes contemporáneos que aportó a la filosofía política, al derecho constitucional y a la ciencia política.
Acaba de partir y el mundo de los politólogos está de duelo. Nos entregó notables conceptos sobre la metodología, la política comparada, la teoría política, el estudio de la democracia, los partidos y los sistemas de partidos. Nos toca tenerlo presente cuando un ex presidente desde la cárcel se atreve a afirmar que él desde un autogolpe construyó la democracia moderna en el Perú cuando ejercía una absoluta autocracia.
Giovanni Sartori es un conocido y reconocido tratadista muy familiar en nuestras aulas, que mantuvo una lucidez impresionante hasta avanzada edad. Y sus obras, traducidas a casi todos los idiomas, son valioso punto de partida para encendidos debates académicos y políticos.
Giovanni Sartori fue siempre un pensador de debate, discusión e intervención, atento a las creaciones del mundo, a la realidad y a los propios fenómenos y cambios con que los siglos XX y XXI, que lo cobijaron, nos sorprenden día a día.
Sartori tenía la inmensa virtud de hacernos llegar sus densos conocimientos de la manera más fácil y entendible. Era su gran sabiduría que lo colocó como invalorable eje intelectual. Había bebido de los grandes maestros en las mejores universidades americanas, Harvard y Columbia y fue a su turno, profesor de las grandes universidades europeas entre ellas Florencia, Roma, Complutense de Madrid y Autónoma de Barcelona. Tuvimos la suerte de conocerlo en su mejor momento.
En su vida cosechó reconocimientos y premios, múltiples Doctorados Honoris Causa pero su mayor recompensa fue el afecto y la admiración de sus alumnos y de tantos y tantos que bebimos de su ciencia siempre orientada a mejorar la organización política de la sociedad. No fue un intelectual pasivo, por el contrario siempre combativo y crítico nos deja un pensamiento y un espíritu fundamental para el estudio de la democracia. Honesto, limpio, heterodoxo, polémico y sólido. Nunca hipotecó sus ideas y conocimientos, su independencia fue proverbial, algo vital para un intelectual que debe guardar autonomía frente a todo poder.
Su legado permanecerá en cada libro, en cada idea, en sus críticas y en su sensibilidad. Fue un científico social valiente y vital. Quedan para la reflexión su ejemplo y sabiduría en torno a la democracia y a los partidos. Honor al honor.