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Martes 03 de octubre 2017

Volver a la Bicameralidad

Por: Jorge Luis Martínez
Volver a la Bicameralidad
Foto: Difusión

 

Mg Jorge Luis Martínez, autor de estas líneas


El sistema bicameral se encuentra una vez más en el centro del debate. Esta vez el congresista Kenji Fujimori con un proyecto de ley de su autoría lo cataliza. Nada nuevo bajo el Sol. Hace buen tiempo la Comisión de Constitución del Congreso de la República aprobó el retorno a la Bicameralidad: 130 Diputados, 60 Senadores. Dos cámaras clausuradas la noche del 5 de abril de 1992, el día del nefasto golpe de estado perpetrado por el padre del autor del proyecto que hoy atiza el interés y los ánimos en nuestro país. Dos instancias legislativas sustituidas, de acuerdo a lo estipulado en la Constitución de 1993, por una sola compuesta por 120 congresistas. Se buscaba con ello que el Congreso de la República ganase en dinamismo...

El tiempo se encargó de mostrar que el cambió favoreció a quienes manejaban las riendas del aparato del Estado, el gobierno de turno. Pues surgió a la historia un congreso unicameral que lo que menos hacía era investigar los múltiples casos de corrupción que eran denunciados por congresistas de la oposición y por los medios de comunicación independientes. Verdaderos escándalos relacionados con la violación de derechos humanos y la flagrante corrupción que corroía las entrañas de la economía, sociedad y la política peruana. Algo que en principio, en la “Patria Nueva” que nacía con la Constitución de 1993, se hubiese tenido que extirpar de raíz. Las expectativas, no cabe duda, no fueron satisfechas. No entonces; tampoco ahora. Sin embargo, cabe preguntar si solo basta con retornar a la Bicameralidad a fin de que las cosas avancen por el camino que todos por el bien de nuestro país deseamos. La respuesta, contundente: No.

Pues, una verdadera reforma política tiene que considerar la eliminación del voto preferencial. Algo que ha generado mucho daño a la participación política, ya que ha hecho que se elija a los congresistas de acuerdo a la lógica de “el que tiene más plata que ocupe los primeros lugares”. Una reforma verdadera, involucrando al ONPE y al JNE, debe garantizar la transparencia en el momento que se llevan a cabo elecciones internas en los partidos o agrupaciones políticas de miras a la conformación de la lista parlamentaria. Debe incluir los mecanismos legales a fin de que los candidatos a las elecciones internas muestren sus antecedentes a la hora de aspirar representar al partido o agrupación política en cuestión. La existencia de un primer e importante filtro es de la mayor importancia, no podemos continuar permitiendo el “cualquierismo político”. Otro tema de la mayor importancia concierne a la pobre representación política. Este es el caso, por ejemplo, de Lima, circunscripción en la que son elegidos treinta y seis congresistas, y donde casi nadie, por no decir otra cosa, representa a Lima Norte, o a San Juan de Lurigancho (distrito con cerca de un millón de habitantes), o a Lima Sur. Un causal, no cabe duda, del rechazo que nuestros congresistas inspiran en la ciudadanía.  

Y si a esto le añadimos la burocracia imperante en el Congreso de la República. Vale decir, los asesores, asistentes y secretarias que pueblan sus inmensas oficinas y pululan por sus corrillos, al igual que los autos y otras gollerías más que nos enrostran que los parlamentarios se sirven del país en lugar de servirlo, el rechazo es tajante. ¡Terminante!: ¿De qué serviría la Bicameralidad con estos festines presupuestarios? Llegar al Congreso, nunca se debe olvidar, es un honor y no una simple cuestión de representación. Un congresista tranquilamente podría cobrar por sesión de pleno como una dieta, además de echar solo mano de los asesores con los cuenta la bancada a la que pertenece, pues con ese personal el trabajo en apoyo de la labor de un legislador estaría garantizado. ¡Qué los políticos den muestras de desprendimiento!, pues el pueblo con sus impuestos y contribuciones les paga.

Nuestro país, es importante traer a colación, entre los años 1823 y 1992, tuvo una tradición bicameralista. Contó con senadores de primer nivel, lo mismo que en el caso de los diputados; los apellidos sobran en la historia parlamentaria de nuestra patria. Hagamos una reforma en serio y no una simple pantomima, algo que no servirá nada más que para salir del paso.

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