Grover Pango, autor de estas líneas
La calidad de la educación en Finlandia es algo indiscutible y quizás natural para un país con sus características. Pero a este pueblo –que conmemora un siglo de su independencia de Rusia- le ha costado mucho la estabilidad que hoy exhibe.
Su enfoque educativo tiene preceptos que son la esencia de su éxito. Está claro que nada otorga más seguridad en los resultados finales que tener un buen comienzo. Por eso se atiende a los niños en su familia, en el amor, el juego, la alegría y el cuidado de su salud, prolongados en guarderías y demás.
Lugar especial ocupa el aprendizaje informal. Todo lo que los niños puedan hacer, disfrutar, recorrer, interactuar, observar, que no necesariamente ocurre en la escuela. En esto resulta fundamental el gobierno local que planifica todo pensando en su objetivo educacional.
Otra consideración básica es saber que nadie puede ni merece ser postergado o excluido, en la educación básica como en la superior. Todos pueden hacer algo y ello lo reconoce el sistema educativo porque para él “no existen callejones sin salida”.
El centro del sistema educativo es el bienestar de la persona en su doble dimensión de ser humano y ciudadano. Conscientes de vivir en un mundo globalizado y cambiante se preparan para aprender siempre, ser críticos y creativos. Así se entiende que un buen ciudadano recibe y ofrece una sociedad a su medida.