Grover Pango, autor de estas líneas
Trascendentes o fugaces, solventes o gaseosos, los referentes sociales existen. Serlo implica, por si acaso, exponerse al escrutinio público ya que no es imaginable un referente que no sea “mediático”. Porque si no estás en los medios no existes. Pareciera que hay tres especies idóneas para ser referentes y mediáticos: los deportistas, los artistas y los políticos.
El futbolista Paolo Guerrero es, sin duda, uno de ellos. De por sí los futbolistas son proclives a la fama y necesitan de ella, pero el caso de Guerrero ha desbordado lo que quizás él haya podido imaginar alguna vez. Aunque su vida privada no ha estado exenta de escandaletes, su ascenso a la capitanía de la selección nacional y el despliegue generoso de su coraje en cada partido lo han convertido en un símbolo que nadie se atreve a cuestionar. Tanto que -aún ante la acusación de consumo de sustancias prohibidas- el país entero apuesta por su inocencia.
Mucha falta hace tener referentes en el escabroso campo de la vida social y política, especialmente en estos tiempos de orfandad. Quiero decir que extraño la existencia de siquiera un personaje que nos inspire confianza plena, que nos ayude a ver lo que no vemos y consiga que recuperemos la seguridad en nosotros mismos. Que nos haga sentir, con Basadre, que “la esperanza más honda es la que nace del fondo mismo de la desesperación”. Se busca; urgente.