Tras una nueva fraternidad

Grover Pango, autor de estas líneas

No creo que todo tiempo pasado fuera mejor. Simplemente es muy distinto. No imagino una operación sin anestesia, comunicarse sin internet o teléfono, volver a cocinar con leña o buscar canales de TV sin control remoto. Que haya sido todo más apacible antes que ahora no lo discuto.  Pero la esperanza de vida hace un siglo se estimaba apenas en 57 años y el 2015 era de 71,4.

Los avances en ciencia y tecnología son el signo ineludible de esta época. Ya no rige la sentencia del “magister dixit” (el maestro lo dice) y el profesor ahora es un hábil intermediador. Casi del mismo modo, instituciones sociales como los partidos políticos parecen prescindibles frente al derecho individual de actuar en solitario. Se duda de los liderazgos y las doctrinas porque las capacidades individuales parecen ser suficientes para triunfar. Las identidades colectivas, que exhibían como un atributo su organización, se encuentran hoy desplazadas por la suficiencia de los individuos.

Lo que fue ya no será, pero es justo esperar que lo que existe y lo que vendrá debe ser mejor que lo pasado. Porque puede ser trágico olvidar que como seres humanos merecemos alentar ideales. O ignorar que la justicia social es un valor irrenunciable en una sociedad sana. Por eso necesitamos un discurso renovado y actualizado que nos reubique en la búsqueda del bien común. Porque creo en la Fraternidad.