Mg Jorge Luis Martínez, autor de estas líneas
En la película Lincoln de Steven Spielberg (2012) una escena nos muestra a los emisarios del mítico presidente estadounidense yendo y viniendo entre la Casa Blanca y la Cámara de Representantes en el marco del debate de la ley que finalmente aboliría la esclavitud. La intención de los hombres del presidente era cambiar el voto de los congresistas; a cambio, un cargo en la administración u otra prebenda. Fue así como logró Abraham Lincoln dar cuenta de esta forma de oprobiosa sumisión... Guardando las distancias políticas, en el Perú de nuestros días algo parecido viene sucediendo. Las declaraciones de Pedro Pablo Kuczysnki a un medio de comunicación extranjero nos indican que es así: “No todos los setenta y tres congresistas de la bancada fujimorista son miembros del partido, habrá como treinta que se subieron al carro creyendo que (Keiko Fujimori) ganaba y que recibirían una prebenda. Lo que hay que trabajar desde un punto de vista completamente egoísta es jalarse [atraerse] a algunos de esos. Si no lo hacemos va a ser difícil trabajar en el Congreso, más allá de la pequeña luna de miel que ojalá tengamos en las próximas semanas. Pero no espero una gran colaboración, espero que sean neutralmente tolerantes.”. Si quepa alguna duda, la escena en el avión presidencial en la que Kenji Fujimori y nuestro primer mandatario son los personajes lo demuestra. Lo mismo que las renuncias que se han sucedido en la mayoría fujimorista.
Así las cosas, de acuerdo a la última encuesta elaborada por GFK, un 82 por ciento desaprueba la gestión del Presidente de la República. Esto, a pesar de que el sondeo se llevó a cabo después de que, en medio de una economía signada por la estagnación, Pedro Pablo Kuczysnki anunció la subida del sueldo mínimo. Seguro con el ánimo de revertir la sensación de desgobierno que impera en una opinión pública que, al ver que la reconstrucción del norte espera, mayoritariamente piensa que ni siquiera la Premier Mercedes Araoz está a la altura de las circunstancias. Y en medio de un país donde a nadie sorprende ver como se bloquean carreteras y sucederse los paros, cuya culposa autoría es endilgada a una “conspiración comunista”, Pedro Pablo Kuczysnki se resiste a dejar la Presidencia de la República. Por ningún motivo lo hará, peleará con todas sus armas contra una moción de vacancia y lucha por atraer más votos a su molino a fin de que los que desean verlo partir no superen los 87. Esto, en desacuerdo al guarismo que arroja la encuesta de GFK en torno a la vacancia: 55 por ciento está a favor de la vacancia a través de una moción en el Congreso de la República. El escenario a la vista por lo tanto no es nada alentador: la impopularidad del gobierno seguro crecerá tras el fracaso del intento de vacar al Presidente de la República. Todo a causa de la terquedad de una persona al aferrarse a un cargo y no pensar en su país.
“He tomado nota del sentir ciudadano mayoritario que cree conveniente que me reúna con los integrantes de dicha comisión”, dijo Pedro Pablo Kuczysnki en diciembre pasado. Una vez más se burló de la ciudadanía; pues, hace poco señaló que para hacerlo esperaría lo que Jorge Barata en el interrogatorio al que la Fiscalía peruana lo sometería podría decir sobre él; a sabiendas, seguro, de que Fiscalía no plantearía a Barata pregunta alguna sobre él. Generando por su accionar una sensación de impunidad. Dando la impresión de que toma por tonto al pueblo. Sin darse cuenta que al actuar de esa manera juega en su contra, ya que el rechazo ciudadano al gobierno aumenta y se consolida. Digámoslo sin ambages, la actitud de medir el pulso a una Comisión del Congreso de la República, el primer poder del Estado, no es buena. En absoluto; nada bueno deja presagiar. El camino hacia el Bicentenario, tal como están las cosas, no hay duda alguna, es un camino plagado de piedras.