Grover Pango, autor de estas líneas
Quizás sea usual que se mire el inicio del año escolar sólo como eso: un año; pero en verdad es mucho más el tiempo que se debe mirar en prospectiva: es toda la vida.
Pensemos en los niños que ingresan al primer grado en pocos días más. En condiciones normales ellos habrán concluido su educación básica (secundaria) el año 2029. Y si son estudiantes eficientes podrían egresar de alguna universidad el año 2034 (o antes si escogen una carrera tecnológica más corta).
Sin ir demasiado lejos, cada día podemos constatar que todo cambia y de manera vertiginosa. Siempre hay una noticia que nos informa de algo nuevo que se ha descubierto. Y naturalmente todos esos cambios habrán de tener un impacto en la educación. Allí está una de las razones por las cuales hoy no importa mucho la información -los datos cambian constantemente- sino poseer las capacidades necesarias para obtener y generar competencias que permitan comprender, participar y transformar la realidad en que vivimos.
Porque todo cambia y seguirá cambiando. No hace mucho se pudo establecer que hacia 1900 la humanidad demoraba 100 años en duplicar sus conocimientos, en 1945 lo hacía cada 25 años y en 1975, cada 12 años.
Si esa velocidad en el cambio fuera la misma, podemos estar seguros que los niños que este año ingresen al colegio, cuando terminen secundaria el mundo habrá duplicado lo que hoy conoce. O mucho más.