Grover Pango, autor de estas líneas
Cuando se escucha decir que el gran reto del país es alcanzar una educación de calidad, se pueden entender muchas, demasiadas cosas. No es fácil una definición totalizadora y simple a la vez porque implica determinar principios, fundamentos, instrumentos y roles.
Por eso, si unos rasgos básicos de calidad educativa permitieran a nuestros niños saber resolver problemas (de diverso tipo), saber aprender por sí mismos y tener comportamientos con valores para convivir y crear, habríamos dado un gran paso.
Aunque parezca audaz, es útil determinar aquello que debemos decidir para avanzar. Primero, tener claro que estamos preparando personas para un mundo en permanente cambio, aunque nadie sepa exactamente cómo ha de ser el futuro. Luego, que no es inteligente tener o pretender escuelas con “modelo único” –incluyendo el currículo-, porque nuestros niños no son iguales y porque la diversidad es una potencialidad. Tercero, que las instituciones educativas (colegios) no dependan tanto de las UGEL y, en consecuencia, se las debe fortalecer con atribuciones y responsabilidades propias, comenzando con directores seriamente calificados. Y dejar de formar docentes de cualquier manera, “facilitando” el ingreso para no cerrar facultades o institutos. El sólo hecho que para ser docentes no sea requisito indispensable una evaluación sicológica ya es una grave irresponsabilidad.