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Viernes 18 de mayo 2018

Bicameralidad

Por: Jorge Luis Martínez
Bicameralidad
Foto: Difusión


Mg Jorge Luis Martínez, autor de estas líneas

Nuevamente se debate en el seno de la Comisión de Constitución del Congreso de la República, presidida por la congresista Úrsula Letona, el retorno del Senado; es decir, el regreso al sistema bicameral. Ante la situación, no está demás echar una mirada al sentir del peruano de a pie sobre este tema, que no es, dicho sea de paso, nuevo en nuestro país. El sondeo de opinión de Pulso Perú arroja que el 48 por ciento de los encuestados aún está a favor del congreso unicameral, mientras que un 41 por ciento se inclina por la existencia de dos cámaras. De creerle a la última encuesta de Pulso Perú, el retorno del Senado estaría en desfase con el sentir de la mayoría de lo que desean en este campo los peruanos.  

Dicho esto, cabe recordar que hace poco más de 26 años, las dos cámaras fueron disueltas por el golpe de Estado del 5 de abril de 1992; un acontecimiento nefasto que en su momento contó con un gran apoyo popular. Con la Constitución de 1993, consecuencia del autogolpe de Alberto Fujimori, se modificó la estructura del Congreso de la República; en lo sucesivo se contaría tan solo con una sola cámara y con 120 congresistas. Con la radical medida se buscaba que la dinámica del Congreso de la República se acelere. El tiempo se encargaría de demostrar  que este cambió sólo favoreció al gobierno de turno, pues el Poder Legislativo no investigó los numerosos casos de corrupción que en su momento fueron denunciados por congresistas de la oposición, al igual que los medios de comunicación independientes. Nos referimos  principalmente a casos de violación de los derechos humanos y a  malversación de fondos. El congreso unicameral no se reveló como la solución al problema institucional de más alto nivel en nuestro país. Un balance nada auspicioso para nuestro país.    

Resulta pertinente sin embargo preguntarse si para salir airosos del impase político en el que se encuentra nuestra patria bastaría tan solo con retornar a la Bicameralidad haciendo que coexistan dos cámaras, la de los diputados y la de los senadores. La respuesta que me permito avanzar es un “no”, un contundente no. Pues creo que una reforma política como la que deseamos para nuestra institucionalidad tiene que contemplar asimismo la eliminación del voto preferencial (a pesar de que en el sondeo de Pulso Perú un 49 por ciento de los encuestados manifestó estar de  acuerdo aun con este sistema de votación): por ser un mecanismo de elección que ha hecho mucho daño a la participación política; ya que el que dispone de más de dinero, contando con la anuencia de las agrupaciones políticas, termina, sin sorpresa alguna, ocupando los primeros lugares en las listas que se someterán enseguida a consideración del electorado. Ante esta situación qué nos queda por hacer.  

Adelantemos algunas ideas. Para empezar, nada mejor que optar por la transparencia. Transparencia desde el momento mismo de las elecciones internas que se llevan a cabo en los partidos o agrupaciones políticas de miras a conformar la lista parlamentaria; contando para esto con apoyo de la ONPE y el JNE. Es importante también que los candidatos en las elecciones internas muestren sus años de militancia, comprobada. Al igual que certificados de antecedentes penales y judiciales, y ventilen asimismo el estado de sus cuentas bancarias, así como la situación de su reserva tributaria. Todo esto a fin de poder representar al partido en cuestión y cerrarle de esa manera el paso al “cualquierismo político”.

Otro tema importante para superar la crisis de representatividad que nos plantea la dinámica del Congreso de la República concierne al desfase de la representación política. Explicitemos: en el caso de Lima, donde salen elegidos treinta y seis congresistas, casi nadie o nadie representa a la llamada Lima Norte, o a San Juan de Lurigancho (que tiene cerca de un millón de habitantes) o a Lima Sur. Esto se tiene que corregir si lo que se quiere es que disminuya el rechazo del Congreso de la República en la población peruana. Otro punto que tiene que ver con la excesiva burocracia parlamentaria: ¿Para qué serviría un congreso bicameral si no se pone coto a estos festines presupuestarios? Se llega al congreso para servir al ciudadano y nada más. Un congresista tranquilamente podría cobrar por sesión de Pleno algo así como una dieta; además de contar con los asesores de la bancada de la que es miembro, con ese personal el trabajo es más que suficiente. Que los políticos den muestras de desprendimiento, basta al exceso del gasto público.

Entre 1823 y 1992 nuestro país hizo gala de una tradición bicameralista. Ha contado con senadores de primer nivel, lo mismo que con diputados de igual valía. Los apellidos sobran en la historia parlamentaria de nuestro país, nos honran. Hagamos una reforma, pero una reforma en serio y no una simple pantomima para salir del paso. Los cimientos institucionales de nuestro país exigen seriedad.

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