Hay imágenes imborrables. Son las que llevan mensajes que las palabras no logran reproducir y merecen tomarse como lecciones trascendentes.
Aquel joven piurano que con su unicornio inflable iba recogiendo y salvando personas en plena inundación piurana el año 2017, no será fácil de olvidar. Como no lo será -creo yo- esta reciente lección de cariño manifestado por los miles de peruanos que acompañaron a la selección de fútbol en el Mundial en Rusia.
Los escépticos dirán que es episódico y trivial pues se limita a lo deportivo. Yo creo que ha sido el símbolo requerido, la ocasión propicia para proclamar una mezcla de reclamo social con compromiso: NOSOTROS APRECIAMOS LAS COSAS CUANDO SE HACEN BIEN.
La metáfora futbolística ha tenido elementos –muchos de ellos emocionales- que han contribuido a esta situación. El castigo desproporcionado a Paolo Guerrero es uno de ellos. Pero hay varios otros componentes racionales que nos podrán ayudar como colectividad nacional. Por sobre todo un compromiso común. Y el trabajo paciente y serio de los dirigentes, la autoridad serena y firme de un entrenador, la convicción de que un equipo privilegia lo colectivo sobre lo individual, la sencillez y la discreción como conducta.
En un país donde tantos engañan sin vergüenza y aún alegan inocencia, las lágrimas de Cueva nos dicen cuánto duele fallarle a un compromiso. Es toda una lección.