No es un juego

La educación de estos tiempos es inimaginable sin el concurso de la tecnología. Desplazada la pizarra de madera por la acrílica y la tiza por el plumón, llegó la multimedia para proyectar textos, gráficos e imágenes, tornando más atractiva una buena exposición oral y haciendo prescindible el uso de las láminas tradicionales. Con mayor impacto todavía, un documental o una película atrapan la atención de los estudiantes.

La aparición de internet supuso un cambio absoluto en el mundo de la información y, por consiguiente, su incidencia en la educación. Como de costumbre hay que preguntarse: ¿y cuáles son los límites?

Es perfectamente posible establecer diferencias respecto del influjo de la tecnología en los niños de hoy respecto de sus padres, aun cuando éstos formen parte de los llamados “millennials”. Precisamente por esto es necesario reflexionar desde cuándo y hasta dónde los instrumentos tecnológicos modernos (y los que seguirán viniendo con mayor razón), pueden ser beneficiosos para los niños y en qué circunstancias pueden ser un peligro para ellos.

Hay una prolongación ineludible en el uso de las “tablets” y los “smartphones” que comienza en la casa con su posterior utilidad (siempre por discutirse) como instrumento de aprendizaje. Y desde el principio los padres deben asumir con total responsabilidad lo que permitan o nieguen. Y conocer sus efectos posteriores.