Grover Pango, autor de estas líneas
Yendo más allá de los empeños descentralizadores, juzgados como insuficientes, poco tenaces o simplemente fallidos, en nuestro país mantiene su vigencia el centralismo. Ergo, Lima sigue actuando como un tanque receptor y eje distribuidor de la gran mayoría de las capacidades profesionales peruanas.
Naturalmente el pasado acude a ratificar lo dicho. Personalidades señeras de la peruanidad son de provincias pero debió ser Lima la que consagró sus trayectorias. Chabuca Granda fue cotabambina y Arguedas andahuaylino; Vargas Llosa es arequipeño como Honorio Delgado y tres –o más- presidentes del país; Alfonso Barrantes era de Cajamarca como Mariano Iberico; Washington Delgado nació en Cusco; el sabio Pulgar Vidal era de Huánuco; Porras, Sérvulo y Valdelomar de diversas localidades de Ica; fue La Libertad otro olimpo con Víctor Raúl, Vallejo, Ciro Alegría entre otros; de Lambayeque vino Leguía y León Barandiarán, pero también Pepe Escajadillo y sus valses; Mariátegui nació en Moquegua como el Presidente Vizcarra; César Calvo era de Iquitos, Daniel A. Carrión de Pasco, Sofocleto de Piura como Marco Martos, Encinas y Humareda de Puno, mientras Tacna dio a Basadre y Jiménez Borja.
Me acordé de esto con orgullo provinciano y tacneñista por José Luis Flores Guerra, director de fotografía cinematográfica, homenajeado en el Festival de Cine de Lima PUCP la semana pasada.