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Viernes 31 de agosto 2018

Rodrigo Franco: un mártir aprista

Por: Gustavo Saberbein, PhD.
Rodrigo Franco: un mártir aprista
Foto: Difusión


Gustavo Saberbein, autor de estas líneas

Por cierto, Rodrigo Franco fue un aprista  ejemplar, un padre de familia cariñoso y responsable, un profesional capaz y exitoso, y un peruano integró a cabalidad, tal como preconizaba Víctor Raúl Haya de la Torre y necesita el Perú para salir adelante.

Para que no maten a su familia, luego de la detonación de petardos de dinamita y balazos, que tenían como propósito asesinarlo, esa noche traicionera, Rodrigo Franco salió de su casa, en Santa Anita, y enfrentó sólo a una docena de terroristas cobardes y alevosos.

Rodrigo resistió hasta donde le dieron las fuerzas, hasta que finalmente sucumbió ante los asesinos. Y pasó a la historia, junto a más de mil militantes, cuadros, alcaldes, gobernadores y dirigentes apristas que no abandonaron sus puestos de trabajo, sus cargos políticos, ni se rindieron ante el embate traicionero y cobarde de quienes atacaban por la espalda y bajo la sombra, sin dar la cara ni menos batirse frente a frente.

Hace exactamente 31 años, Rodrigo Franco Montes de Peralta, fue asesinado por las hordas comunistas lideradas por el demencialmente terrorista Abimael Guzmán Reynoso, quien ahora purga prisión, pagando sus penas, pero aún, léase bien, aún sigue dirigiendo el actuar de Sendero Luminoso en nuestros días: 1) Como grupo narco terrorista en el VRAE, y 2) De guerra política en el resto del país, infiltrando para ello organizaciones populares y preparándose para participar en futuras elecciones.

Rodrigo Franco, nunca olvidemos, fue uno de los más de treinta mil peruanos que pagaron con su vida por el actuar de Sendero Luminoso (SL), muertes que sumadas a la vida de miles de compatriotas que se vieron obligados a abandonar nuestro país impelidos por la amenaza terrorista, la desesperanza y la incertidumbre, en busca de seguridad, paz y bienestar.  

Rodrigo Franco fue testigo de una de las peores crisis que vivió el Perú a lo largo de su historia republicana, no solo como consecuencia del actuar de Sendero Luminoso y de la lucha contra este grupo terrorista por parte de nuestras instituciones militares y policiales. Rodrigo fue testigo de la manera en la que El Niño, los bajos precios de las materias primas que exportamos y que tanto efecto tienen sobre nuestra economía, y la alta inflación y las altas tasas de interés internacionales, nos pusieron contra las cuerdas e hicieron que el Perú deje de pagar su deuda externa pública ya en el año 1983, durante el segundo Gobierno de Belaunde, al igual que hicieron, años más años menos, prácticamente la totalidad de países latinoamericanos.

Rodrigo Franco vio como miles de peruanos, antes de morir o emigrar, vieron la insana destrucción terrorista de torres eléctricas de alta tensión, plantas industriales, puentes, caminos, carreteras, aeropuertos, casas, edificios de vivienda, comisarías, cuarteles, vehículos de transporte, estaciones de radio y televisión, locales escolares, postas médicas, bancos de semilla, ganado de todo tipo, y maquinaria agrícola, pesquera y minera, entre otros activos fijos de capital que superan los treinta mil millones de dólares. Es decir, un costo total en vidas e  infraestructura física, maquinaria y equipo, superior al pasivo que nos dejó la infausta Guerra con Chile.

Rodrigo Franco vio eso y más, quería un país con un futuro diferente, pero el terrorismo con nocturnidad y alevosía le negó participar en la realización de este sueño. El sueño que para muchos tiene más sentido que nunca, dado el estado en el que el Perú se encuentra en la actualidad.

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