Gover Pango, autor de estas líneas
Lo hermoso y diferente en la existencia de los poetas es que su palabra queda entre nosotros. Y queda grabada en la indestructible intensidad de sus versos, para volver a ellos cuando nos plazca.
José Ruiz Rosas se ha marchado en la lúcida plenitud de sus 90 años, con 15 libros publicados y uno más que no alcanzó a concretar. Se ha marchado dejando el triunfal recuerdo de su quebrada librería “Trilce” en Arequipa, junto al respeto unánime de tantísima gente que apreció esa dulce serenidad patriarcal que lo envolvía.
Antonio Cornejo Polar definió con sencillez la obra poética de Pepe Ruiz Rosas: “lo que destaca es más bien una nota personal que escapa a las clasificaciones”. Pepe estuvo un tiempo en Tacna al inicio de los ’80,
contribuyendo a la avalancha poética que allí se daba desde la década anterior. Cuando en 1982 tuve el honor de presentar su “Libro de los enigmas”, entre otras cosas comenté que en sus composiciones ardía el espíritu noble de una persona que estaba dado a la amistad, a la sencillez y al arte.
Hoy reabro un libro suyo y leo: “Es el amor, y debo conservarlo sin mella / tal como se conserva la sangre en el latido, / la noche en la distancia, el temblor en la estrella”. Recuerdo entonces que en el centro de la poesía de Ruiz Rosas estaba siempre el hombre, desde sus temores existenciales hasta sus más bellas ilusiones. Gracias Pepe.