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Martes 20 de noviembre 2018

Pelagatos

Por: Antero Flores-Araoz
Pelagatos
Foto: lampadia.com


Antero Flores-Araoz, autor de estas líneas

Es sorprendente la poca autenticidad y realismo de algunas gentes, que dando imagen de excelente posición económica, que no tienen, se movilizan en automóviles deportivos, sedanes y camionetas de marcas de lujo y cuyos precios son elevados, los que seguramente no han podido pagar al contado y se han endeudado a plazos inverosímiles.

No contentos con ello, ponen a sus hijos en colegios y universidades que no pueden pagar, pero no se sonrojan al pedir la ya famosa reclasificación.

Empeñan también, hasta diríamos la ropa interior, para habitar en el verano en exclusivas y carísimas playas.  Visten ternos de marca y corbatas de modistos internacionales, y las esposas usan carteras que valen un ojo de la cara. Piden crédito a toda la parentela para incorporarse a clubes de primer nivel social, pero que no podrán mantener.

Ni que decir de las colonias con la que bañan sus cabelleras y que nos hace recordar viejo y certero refrán: Por fuera flores y por abajo temblores. Claro que sí, los dichos populares tienen muchísima sabiduría y no quiero referirme a aquel que recuerda a quienes comen lechuga a diario pero hacen aspavientos como si su menú cotidiano fuera caviar o langosta.

Muy probablemente, el mostrar un estándar de vida que no pueden afrontar, es para aparentar ante los demás una posición de primer nivel que los pudiera llevar a acceder a mejores empleos, tener clientes con abultadas billeteras o participar a cuanta recepción te invitan, olvidando que la mayoría son bastante aburridas cuando no repetitivas.

Con esta modita de aparentar lo que no se es y lo que no se tiene, a nadie engañan, pues si se trata de clientela, ella escogerá el mejor producto o servicio con el menor precio, y si se trata de excelente empleo, los empleadores investigan con severidad antes de tomar decisión sobre cualquier contratación.

A fin de cuentas, se lleva una vida artificial que no se puede mantener y que encima daña a la familia a quien se le da un nivel de vida que no se puede prolongar, siendo penoso cuando luego se vuelve a la dura realidad. Se acostumbró a la esposa e hijos a calidad de vida no sostenible en el tiempo, olvidando que el ascenso económico y social se hace escalonadamente y toma su tiempo, aunque tiene sus satisfacciones.  Como vemos una cosa es el ascenso y otra muy diferente el descenso que muchas veces engendra pena y absurdos resentimientos.

No hay como la naturalidad en el comportamiento, la sinceridad en las posiciones y el realismo, por más duro que él sea, como decíamos al principio de esta columna.  Tenemos que vivir tal y cual somos y de modo alguno para la exportación.

 

 

 
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