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Viernes 23 de agosto 2019

"Guaripoleras” del protocolo

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)
'Guaripoleras” del protocolo
Foto: Difusión

Wilfredo Pérez Ruiz, autor de estas líneas


 
El término “guaripolera” es asignado al elenco de jóvenes que vitorean y aplauden en acontecimientos deportivos al equipo de su predilección. Lucen vistosos bastones, llamativas minifaldas, coloridos uniformes y constituyen un elemento atractivo. A mi parecer, en tiempos recientes, el protocolo está invadido de individuos bulliciosos, chistosos, extravagantes y exhibicionistas similares a las mencionadas damas. A continuación, comparto diversas situaciones que evidencian su actuación. 
 
Durante la toma de posesión del alcalde capitalino, Luis Castañeda Lossio, irrumpió un hecho imperdonable (enero, 1 de 2015). Se entonó la “Marcha de Banderas” para recibir al líder de Solidaridad Nacional en el Teatro Municipal de Lima. Por disposición oficial ésta sólo se emplea para rendir honores al jefe de Estado y dignatarios extranjeros y, al mismo tiempo, para izar y arriar el pabellón nacional. Es una creación musical del maestro José Sabas Libornio Ibarra -quien se desempeñó como director de la banda de músicos del Ejército Peruano- en el gobierno de Nicolás de Piérola (1895). 
 
Al concluir un acto de graduación en la Universidad Nacional de Ingeniería, presidida por el primer mandatario Martín Vizcarra Cornejo, el maestro de ceremonia tuvo la “magnífica” iniciativa de arengar “viva el referéndum”, en alusión a la consulta ciudadana sobre la reforma constitucional realizada el domingo 9 de diciembre de 2018. 
 
En la juramentación del gabinete ministerial encabezado por Salvador del Solar Labarthe (marzo, 11 de 2019) fue errada la ubicación de los titulares de los portafolios en la foto con el presidente de la república en el Gran Comedor y en la Sala Bolognesi de Palacio de Gobierno. Se aprecia a las señoras ministras en la primera fila, vulnerando el Cuadro General de Precedencias del Estado que establece su posición de acuerdo a la antigüedad de la cartera que representan. Si fuese una fotografía familiar o amical se entendería ese deferente lugar asignado. 
 
En el edificio “Carlos Zavala Loayza” del Poder Judicial de la “Ciudad de los Reyes” fue izado el pabellón nacional al revés (julio, 18 de 2019) y así permaneció durante varias horas. Mediante un flamante mensaje en twitter la autoridad concerniente aseveró: “Ante la imagen del pabellón nacional izado de manera impropia en la sede judicial de nuestra ciudad, la Corte Superior de Justicia de Lima aclara que no fue responsable de este lamentable error”. Una típica expresión del esquivo proceder de una burocracia incapaz de adjudicarse las consecuencias de sus irrespetuosos actos a nuestros símbolos. También, en la provincia de Chota (Cajamarca), en las celebraciones por la fiesta patria, se exhibió un gigantesco pabellón nacional, en un recorrido por las calles de la localidad, en el que estaban colocados la vicuña y el árbol de la quina en el lado opuesto. 
 
Los casos descritos hacen imperativo que el protocolo esté a cargo de entendidos. Es un asunto de vital magnitud para asumirlo principiantes, aficionados y advenedizos, con buenos modales, impecable vestimenta -al más puro estilo “pipiris nais”- y excelentes contactos. Constatamos innumerables neófitos que ostentan estas responsabilidades en el sector gubernamental gracias a favoritismos partidarios o conexiones amicales. Eso genera las incontables incongruencias vistas con frecuencia en el Poder Ejecutivo y en las administraciones regionales y municipales.
 
En tal sentido, se adolece de criterios para definir su perfil integral. El encargado de su ejecución debe gozar de solvente formación académica y experiencia, a fin de impedir su distorsión en un ambiente saturado de excentricidades, desatinos e inopias. Esta función demanda proactividad, seguridad, disciplina, autocontrol emocional, absoluto dominio del ordenamiento legal y habilidad para resolver realidades inesperadas. 
 
El protocolo estipula las formas bajo las que se realiza una acción humana importante. Son patrones para desarrollar un certamen específico y se diferencian de las normas jurídicas porque su mal uso no significa incumplir un deber formal y sancionable. Se define como la “regla ceremonial diplomática o palatina establecida por decreto o por costumbre: protocolo y ceremonial”.
 
Asimismo, reitero lo expuesto en mi artículo “¿El protocolo de las invitaciones?” (2019): “…Es imprescindible que las novedosas, pintorescas y neófitas productoras de eventos dominen con amplitud estas pinceladas, a fin de ofrecer correcta orientación y asesoría a sus clientes. En compañías de dilatada trayectoria en el mercado observo ilimitadas mediocridades y orfandades que corroboran la significación de esta temática. Igual pasa en empresas estatales y particulares cuyas áreas de imagen corporativa, marketing, relaciones públicas o afines relegan estos factores que definen el éxito o fracaso de una velada”.
 
Organizadores de bodas, graduaciones y acontecimientos corporativos, excluyen y subestiman la connotación del protocolo. Asumen el rol de proveedores de servicios logísticos y operativos, renunciando a advertir acerca de su aporte en la planificación, implementación, desenvolvimiento y prestancia de una actividad. Se considera una cuestión inherente a sucesos oficiales y solemnidades y que, además, puede implicar un nivel de rigidez incómoda y superflua. Por lo tanto, coexiste una innegable ignorancia sobre su alcance. Ésta es una de las motivaciones por las que deben dominar dicho componente los involucrados en el mundo de los eventos. De esta forma, la confusión podría despejarse al demostrar lo contrario.
 
Muestra de esta orfandad es el uso redundante y empalagoso del vocablo “protocolo”, proveniente de aprendices anfitriones y despistados maestros de ceremonia acostumbrados a decir: “invitación protocolar”, “foto protocolar”, “programa protocolar”, “discurso protocolar”, “personal protocolar”, “brindis protocolar”, entre otras absurdas genialidades. Incluso la lideresa de Fuerza Popular y excandidata presidencial, Keiko Fujimori Higuchi, en su célebre chat “La Botica”, instruyó a su representación parlamentaria permanecer “de pie y con aplausos protocolares” al ingresar el titular de la Casa de Pizarro al hemiciclo del Congreso de la República (2018).
 
Finalizado el desfile cívico militar por nuestro aniversario patrio, el primer mandatario decidió descender de su automóvil y caminar varias cuadras para recibir el saludo de la ciudadanía. De inmediato los reporteros de la televisión peruana, muchos de ellos caracterizados por su “idoneidad”, dijeron: “El presidente Vizcarra se salió del protocolo”.  Podríamos comentar un sinfín de contextos en los que el falaz discernimiento fomenta erradas aseveraciones que contribuyen a subrayar el desconcierto en la opinión pública sobre el papel del protocolo. Sin duda, nos encontramos frente a un círculo vicioso que debemos revertir.
 
Una última perla: observamos asidua y pobre sapiencia en moderadores que exigen al público “un voto de aplauso”, “saludamos con un fuerte aplauso”, “agradecemos con un aplauso”, etc. Las palmas jamás se solicitan, deben surgir con espontaneidad de los concurrentes. De la misma manera, escucho con reincidencia aseverar: “A continuación las sagradas notas del himno nacional del Perú. De pie por favor”. Bastaría señalar: “Himno nacional del Perú”, es obvio que se canta de pie, aunque innumerables personas desconocen cómo se entona. Tampoco se demandan vivas al concluir su entonación. Al respecto, constato un reiterativo libreto barroco y confuso que, coincidentemente, es aceptado con beneplácito por anfitriones y concurrentes huérfanos en asuntos de protocolo y ceremonial y que, además, por sus rasgos culturales, educativos y sociales están próximos a la chabacanería.  
 
La impericia conlleva a acentuar el embrollo que percibimos como “fuego nutrido”. Amigo lector: una prueba está a su alcance en las redes sociales que propalan videos explícitos de la irrefutable improvisación, mediocridad y folklorismo, en sus más afiebrados estándares, proveniente de un extenso, adulador y sumiso séquito de “guaripoleras”, disfrazados de “asesores”, “consultores”, “docentes” y “expertos” que, con plena seguridad y alejado de cualquier exageración, podrían encabezar el tradicional corzo por la efeméride patria que lleva acabo la cadena de supermercados Wong en el distrito de Miraflores. Recomiendo reflexionar acerca de lo dicho por el prestigioso jurista colombiano Diego Luis Córdoba: “Por la ignorancia se desciende a la servidumbre, por la educación se asciende a la libertad”. 
 
(*) Docente, consultor en organización de eventos, protocolo, imagen profesional y etiqueta social. http://wperezruiz.blogspot.com/
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