La banalidad del mal

Mg Jorge Luis Martínez, autor de estas líneas

La banalidad del mal es el concepto que planteó la brillante filosofa judía Hannah Arendt cuando fue corresponsal de la revista The New Yorker para cubrir el juicio a Eichmann en Jerusalén a través del cual afirma que personas capaces de cometer grandes atrocidades pueden ser gente aparentemente normal. Al traer a colación el concepto de la excelsa filosofa no lo hago para referirme a un caso de exterminio, sino a lo que sucedió el pasado 30 de setiembre, cuando el presidente accesitario disolvió de manera inconstitucional el Parlamento. Una decisión a todas luces atroz.

Una medida para la que el actual inquilino de Palacio de Gobierno se apoyó en algo inventado. Algo que no encuentra sustento en jurisprudencia alguna, a no ser la analogía con la susodicha aceptación ciudadana suscitada por el golpe de Estado perpetrado en 1992, un crimen de lesa democracia justificado por la inconducta de los parlamentarios entonces de turno, un hecho señalado por los sectores de la prensa que apoyaron dicha disolución. Toda una invención.

Ante esta situación más de uno se pregunta sobre el rol que está jugado en estas circunstancias el máximo intérprete de la Constitución, es decir el Tribunal Constitucional, institución, dicho sea de paso, que se encuentra en un impase por el hecho que el señor Ortiz de Zevallos no ha juramentado y no ha podido incorporarse por ende al colegiado. La situación es grave, máxime si el actual Premier dijo refiriéndose a la elección de los congresistas: “Consideramos que no está permitida la postulación para el próximo enero ni para elecciones de 2021”.

La situación es un  pandemónium, pues ahora quien tiene que tomar la decisión es el Jurado Nacional de Elecciones, (Fuente: Gestión). El JNE se ha vuelto la última instancia. Se ha producido a todas luces un quiebre constitucional. El Gobierno se ha zurrado en lo que ha dicho la llamada Comisión de Venecia. Ahora, como no hay Comisión de Fiscalización, un ministro recién juramentado se ha permitido colocar a su expareja sentimental, sin que nadie le diga absolutamente nada. En el Perú del señor Martín Vizcarra todo eso está permitido.   

A esto hay que añadir que van más de veinte días y el Gobierno no ha proyectado siquiera una obra de gran envergadura. El señor Vizcarra ha inaugurado un consultorio que ya había sido inaugurado. No vengan a decir que hay trabas para la gestión. Cualquier ciudadano que revise la consulta amigable verá que en el décimo mes de este 2019 el promedio de ejecución del Ejecutivo está cerca del cuarenta por ciento. Una completa incapacidad del Ejecutivo. Otrosí digo, un “presidenciable” que es alcalde de un distrito conocido está penúltimo en ejecución.

Por otra parte, cabe decir que una cosa son los fuegos artificiales otra es la realidad. El pasado 16 de octubre, la OEA, señalando que las “brisas bolivarianas” han traído desestabilización, violencia, narcotráfico, muerte y corrupción dijo: “El costo mayor lo ha pagado el propio pueblo venezolano, pero los países del continente hoy también están pagando un alto precio por la crisis provocada por la dictadura venezolana. Las “brisas bolivarianas” no son bienvenidas en este hemisferio. Condenamos firmemente la amenaza de exportar malas prácticas y desestabilización a Colombia realizada por ese personero de la dictadura bolivariana.” ¿Qué tiene que decir al respecto nuestra Cancillería? Este no es un comunicado cualquiera.

Ante lo sucedido, lo único que queda es que las fuerzas democráticas pongan a lo mejor de sus partidarios e invitados a fin de erigir un muro de contención frente a la Asamblea Constituyente que los grupos de extrema izquierda quieren proponer para quedarse muchos años –tal como sucedió en Bolivia, Venezuela y lo que fue el Ecuador de Rafael Correa- y cambiar el modelo económico para imponernos el estatismo y la pobreza. Estamos advertidos.